San Matías

El caserío de San Matías debe su nombre a la existencia – hasta mediados del siglo XVIII – de una ermita dedicada al apóstol homónimo. Los orígenes de este santuario son inciertos, si bien cabe la posibilidad de que su fundación sea anterior a la del primer templo que acogió a la Imagen de Ntra. Sra. del Pino, tal y como se encargó de señalar Marín y Cubas en su obra Historia de la Conquista de las Siete Islas de Canaria (1687). En la citada ermita se veneraba la imagen de San Matías – tradicionalmente atribuida al artífice gran canario del siglo XVII, Cristóbal Ossorio Melgarejo – siendo ésta trasladada a la Basílica del Pino a mediados del siglo XVIII, momento que coincide con la demolición del inmueble, debido a su precario estado de conservación. Una vez ubicada en el Retablo de San José, la efigie original atribuida a Ossorio, pudo haber sido sustituida por la imagen actual en los primeros años del siglo XIX, o bien, haber sido sometida a profundas transformaciones, tal y como señalan Mª de Los Reyes Hernández y José Concepción en su libro El Patrimonio Histórico de la Basílica del Pino de Teror (2005).

Este barrio, con una población de unos 200 vecinos, también ha sido conocido por ser el escenario del primer cementerio parroquial de la Villa, pues hasta principios del siglo XIX, todos los enterramientos e inhumaciones se efectuaban bajo el pavimento de la actual Basílica.

Finalmente, este caserío cuenta uno de los edificios religiosos más emblemáticos de nuestro municipio. Se trata de la obra diseñada por el ingeniero Laureano de Armas, e inaugurada en 1925: el colegio y convento de las Madres Dominicas, inmueble donde se sintetizan diversos motivos decorativos del arte neorrománico y la arquitectura tradicional de las islas.

“El edificio de las Dominicas, es un vasto conjunto que reproduce a maravilla la traza de una vieja abadía del siglo XIV. Es un alarde de buen gusto, de hábil técnica de construcción arcaica que honra a su director, que ha hecho hablar a la piedra como los grandes arquitectos de los tiempos remotos. A la fábrica altiva y serena como una abadesa de sangre real, le han puesto un tocado campesino de tejas bermejas”.

Francisco González Díaz.