Guanchía

Caserío troglodita del municipio de Teror, situado al SE del Valle de El Palmar, a unos 500 m de altitud y a 2,5 de la Villa Mariana, habitado actualmente por más de 160 vecinos. En él podemos distinguir tres subsectores: Guanchía de Allá, Guanchía de Acá y Guanchía de En medio.

A pesar de que la denominación “guanche” se emplea para designar a los habitantes prehispánicos de Tenerife, desde hace varios siglos se conoce a esta agrupación de cuevas artificiales con el citado nombre de Guanchía, lo que ha dado lugar a las más diversas interpretaciones, como las señaladas por el cronista de la Villa – Vicente Hernández Jiménez – en su obra Aproximación a los orígenes de Teror (2001). En todo caso, el hallazgo de restos arqueológicos – un cráneo y un molino de mano, entre otros – viene a confirmar la existencia en el lugar de un poblado aborigen. En el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, P. Madoz indica “el sinnúmero de cuevas habitadas, la mayor parte de las cuales son obra de los primitivos canarios”. La población actual no supera el medio centenar de residentes habituales. La cueva-vivienda ha sido transformada y junto a ella se han edificado viviendas y chalets modernos desvinculados del carácter rural de la zona.

Uno de los lugares más interesantes para divisar las cuevas, que cuelgan hacia el Barranco del Pino, es el mirador de El Hornillo, situado en la Carretera de Teror a Las Palmas.

“Y con inocencia y tranquilidad, con agua clara en sus fuentes, sus vacas y ovejitas como tesoro, así viven en Guanchía, unos cuantos años, aquellos naturales del valle y la montaña…”
Manuel Picar y Morales. Teror. Monografía y excursiones por el cronista de la Villa (1905).

“Guanchía es un “pago” troglodítico entre pedregales y nopales. Nada más bárbaro, más sórdido que su aspecto. Las cuevas se abren en la roca como antros, como cubiles; pero dentro de ellas, perfectamente acondicionadas, hasta agradables y cómodas, reina un relativo bienestar. Todo ha sido allí dispuesto para facilitar y embellecer la vida simple de sus moradores. Cada gruta tiene lo indispensable, conforme a las necesidades primarias de aquella gente estacionada en la edad de piedra”.


Francisco González Díaz. Teror (1918).