Barrio que debe su denominación a la presencia, en otros tiempos numerosa, de hermosos ejemplares de Palmera Canaria (Phoenix canariensis), endemismo oriundo del Archipiélago Canario. Situado al pie del Pico de Osorio, y rodeado de lomos como el denominado de Riquiánez – en otros tiempos de Enrique Yánez – el valle de El Palmar fue uno de los primeros lugares colonizados por los repobladores que se establecen en Teror tras la conquista de Gran Canaria, tal y como muestran las abundantes referencias documentales que se remontan al siglo XVI.
Actualmente el barrio de El Palmar cuenta con una población de uso 1.500 habitantes.
Al igual que sucede con otros pagos y lugares del término municipal, el caserío de El Palmar aparece citado en las Constituciones Sinodales del obispo Pedro Dávila y Cárdenas (1737), contando en aquel entonces con un total de 60 vecinos (unas 300 almas).
En el lugar conocido como La Peña, se venera desde el siglo XVI la imagen de Ntra. Sra. de Las Nieves, efigie de origen flamenco (Malinas, Bélgica), confeccionada en torno a los años 1510-1520. La ermita que acoge a la citada imagen – conocida popularmente como Ermita de la Peña, por encontrarse adosada a la masa rocosa que le da nombre - se remonta a los años finales del siglo XVII o primeros del XVIII. El inmueble es fruto de la voluntad del prócer don Nicolás Herrera Leiva, quien en su testamento fechado en 1666, ordena que la imagen fuese trasladada desde su primitivo establecimiento – una cueva cercana a la sacristía de la actual ermita – con vistas a que se le diese culto con la dignidad requerida y permitir la asistencia del vecindario a los oficios religiosos. Finalmente, ésta fue nuevamente reconstruida en los años 1786 y 1787.
“Ya no discurren por sus barrancos los arroyos que se nutrían con numerosos pequeños manantiales, pero contiene una serie variada de pequeños paisajes entre lomas y cañadas, en los que la laboriosidad de sus gentes hizo surgir huertos sobre terrenos donde nada existía. Es un pago inmediato a Arucas, hacia la costa, que ha tenido una gran influencia en la vida de Teror”.
Vicente Hernández Jiménez. Apuntes terorenses (1990).
“Los adoradores nocturnos han velado al Santísimo Sacramento; el día les sorprende sobre sus reclinatorios luchando con el sueño que les persigue e invade; la palidez del alba penetra por la lumbrera de la diminuta ermita del Palmar, donde se ha realizado el acto de la adoración”.
Descripción de la Fiesta de la Espiga por Francisco González Díaz. Teror (1918).