Sobre el origen y significado del topónimo que da nombre a este caserío, nos ofrece su particular interpretación – si bien es posible señalar explicaciones diferentes – el canónigo terorense Miguel Suárez Miranda – autor del libro El Árbol de la Virgen. Pinus canariensis (1948) – al considerar que su empleo se debe a la expresión de frases como ¡Mira la Flor! o ¡Vi la Flor! – refiriéndose a la Patrona – pronunciadas por los peregrinos al divisar desde el barrio de Lo Blanco la panorámica que del pueblo ofrece la zona.
Tiene actualmente una población de unos 750 habitantes y en él podemos distinguir dos subsectores: un Miraflor Alto, y Miraflor Bajo, ambos formados por el trazado de la carretera Tamaraceite-Teror, cuya construcción a finales del siglo XIX, relegó a un segundo plano el antiguo Camino Real que comunicada la Villa con la capital.
En el apartado etnográfico merece la pena destacar las presas ubicadas en el Barranco de Lezcano, construidas a finales de los años veinte del siglo XX – propiedad de la Comunidad de Propietarios y Regantes del Valle de Tenoya – así como el llamado Molino del “Tío Juan Pérez”, construido a finales de 1880, y descrito por Juan M. Díaz Rodríguez en su obra Molinos de agua de Gran Canaria (1988).
“Es un barrio de historia de caminantes, de bajadas de la Virgen a la ciudad, del Camino de Mar a Cumbre”.
Vicente Hernández Jiménez. Apuntes terorenses (1990).