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Teror pierde al abuelo centenario Pepito González

El conocido vecino de El Pedregal cumpliría el próximo 21 de febrero los 101 años de edad.
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José González Ortega, más conocido por Pepito González, ha fallecido este sábado 4 de enero a los casi 101 años de edad, que habría cumplido el próximo 21 de febrero. Desde el Ayuntamiento de Teror se transmite las condolencias a familiares y personas allegadas por la pérdida de Pepito, uno de los afortunados vecinos del municipio que superó el siglo de vida.

Pepito Gonzalez, que nació y vivió prácticamente toda su vida en la zona de El Pedregal, en El Álamo,  fue conocido en el municipio porque durante más de 50 años continuó una tradición que heredó de su padre: la enramada de la Cruz de la Hoya Alta, que luce en lo alto al fondo de la Basílica del Pino.

A sus 100 años, Pepito conservaba aún el carácter temperamental que siempre tuvo; la fortaleza física que en otros tiempos cargaba hasta 100 kilos de papas en los hombros, bajando desde la Hoya Alta; y también el sentido del humor socarrón con el que sorprende.

La salud fue su mayor tesoro hasta los últimos meses. Le gustaba recordar que desde los nueve años de edad subía con su padre cada primero de mayo a enramar la Cruz del Siglo de la Hoya Alta con hojas de álamo para que luciera en los días de celebración del Día de la Cruz. Hasta la década de 1940, su padre Juan González se encargó de continuar esta tradición que inició en 1901 Pepe Ramón, y que Pepito mantendría hasta finales de la década de 1990, cuando tomó el testigo su hijo Ramón.

Pero durante muchas décadas, Pepito subió a lo alto de la Hoya Alta, porque en esta zona, con vistas panorámicas al Casco de Teror, estaban las tierras de cultivo de su familia, que tanto labró y cuidó. Su vida estuvo siempre vinculada a la agricultura, aunque durante años también tuvo que trabajar en la construcción, para sacar adelante a la familia.

En su centenaria vida, Pepito libró muchísimas ‘batallas’, pero sin duda, la que más le marcó fue la Guerra Civil Española, que le retuvo durante tres años fuera de Teror y en campos de batalla, entre Sevilla y Madrid. Ahí vio, siendo muy joven, la miseria del ser humano y aprendió a sobrevivir con lo básico.

Tras la guerra, volvió a sus tierras y creó su propia familia con su esposa Juana Rivero García, más conocida por Florita, fallecida hace ya dos décadas. De su unión nacieron un hijo y tres hijas, 12 nietos/as y, hasta la fecha, 9 bisnietos/as. Una gran familia que ahora le rodea y le cuida.

Pepito junto a parte de su familia

Junto a familiares y representantes municipales.

 

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