Sin categoría

Pregón Fiestas Arbejales 2007

Pregón Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús 2007
Por D. Sergio Nuez Ramos
Leído el 2 de junio de 2007

 

nofoto
¡¡Buenas noches!! En primer lugar dar las gracias al Sr. Alcalde D. Juan de Dios Ramos Quintana, y como no, como tío por la presentación realizada sobre mi persona.

Darles las gracias a las dignísimas autoridades municipales, Sr. Párroco, familia, vecinos y amigos que aquí, han querido acompañarme en esta importante noche para mí.

He dejado el saludo a la Comisión de Fiestas para el final, por haberme invitado a pregonar los actos que se celebrarán en honor al Sagrado Corazón de Jesús, lo cual, es para mí un honor y por supuesto, espero cumplir satisfactoriamente

con este encargo, así como la dicha de compartir con todos ustedes, este momento inicial del anuncio de nuestras fiestas.

“Arbejales” es un barrio situado en el pago de Teror, sobre un valle fértil, verde y rico en bancales de papas, millo y

algunos cereales. Es una tierra rica y agradecida, aprovechando sus orillas para plantar algunos árboles frutales como naranjos, limoneros, ciruelos, etc.

Es un lugar brumoso en otoño e invierno, bañado continuamente por el alisio. Mientras que en primavera-verano es soleado, con algunas subidas de temperatura que hacen más frecuentes los riegos en nuestra agricultura. El agua en esta estación es el bien más preciado por los lugareños, sabiéndola aprovechar y economizar.

También es la época en la que celebramos nuestras Fiestas, encontrarnos con viejos amigos y el momento de agradecer con ofrendas a nuestro Patrón, que se convierten en un motivo para compartir con los más pobres; y de eso doy buena cuenta, ya que los vecinos de este pago son generosos con los más necesitados.

Este barrio está formado por conjuntos de bellas casas blancas, con listas de colores, con sus tejados y, lo más familiar, esos patios de verano, donde en las tardes grandes nos reunimos para la charla, coger un poquito de sol y tomarnos la tacita de café.

Arbejales es una cuenca, donde su epicentro es la blanca y esbelta iglesia en honor al Sagrado Corazón de Jesús. Los portugueses fueron los primeros habitantes de este valle en el siglo XV. Su núcleo más representativo se llama

“Llano Roque”, ya que se tiene conocimiento de que el primer dueño de estas tierras fue un labrador portugués llamado Roque Hernández.

Cuando se asentaron en estas tierras, era un lugar cubierto de selva de laurisilva, llegándose a contar veintinueve manantiales, pero la necesidad de disponer de suelo cultivable hizo mermar el bosque.

La población se incrementó hasta la década de los años cincuenta. Dada la importancia de este barrio se instalaron

varias tiendas, bares o “bochinches”, barberías, el molino de Elenita, la herrería de “maestro Pancho”, carpinterías de renombre a nivel insular, panadería e incluso, más tarde, la carnicería de Juan Tadeo, apodado por estos lugares por Juan Sardina”.

A partir de los años cincuenta, comienza una emigración de sus vecinos a la ciudad de Las Palmas, buscando un mejor porvenir, un trabajo más suave y con mejor remuneración. En algunos casos, los más atrevidos emigraron a Sudamérica (sobre todo Cuba y Venezuela) y en menor número a Alemania.

Hoy en día, quedan poco más de un millar de habitantes, los cuales, viven del comercio, trabajan en alguna empresa del municipio, en la construcción, etc…y los más mayores viven de una agricultura de subsistencia. Además de propiciar el turismo rural con la rehabilitación de algunas viviendas, como por ejemplo, la Casa de Matos.

Voy a hablar de una costumbre destacable y encomiable de Arbejales. Ésta es su Rancho de Ánimas, que subsiste junto a otros dos, como es el de Valsequillo y La Aldea.

Este Rancho es especial porque tiene un arraigo ancestral. Se cree que lo trajeron los Franciscanos en el siglo XVI, el cual sigue manteniendo viejas coplas que pasan de generación en generación. Se diferencia de los otros Ranchos de la isla porque es el único que va pidiendo una limosna para luego pagar misas por los difuntos.

Su andadura comienza a final de noviembre y termina a final de febrero, pasando la Candelaria, aunque se han añadido algunas salidas más. Comentar que tengo el gusto de conocer y participar en algunas salidas, porque desde pequeño he vivido de cerca esta tradición, ya que toda mi familia, desde mis antepasados hasta mis padres, son fieles seguidores; y conozco los sacrificios que conlleva pertenecer a dicho Rancho de Ánimas, tanto en los pedidos por la mañana, como en las salidas que duran hasta altas horas de la noche, pasando bastante frío y sueño.

No me voy a extender hablando sobre la toponomía del barrio o sobre las medidas y el estilo del templo, ya que esto está recogido en el libro cuyo título es “Arbejales”. Gracias a D. Julio Sánchez (que fue párroco de esta iglesia) y al ilustre cronista oficial de la Villa Mariana de Teror, recientemente fallecido, y al cual recordamos en nuestras memorias por su paso como pregonero de estas Fiestas, D. Vicente Hernández, a los cuales les estamos profundamente agradecidos porque nos dejaron el legado más importante que se puede dejar a un barrio, nuestra historia impresa en un libro.

Por eso yo no quiero entrar en este terreno, pero sí me gustaría hablar de la historia más humana, sentimental y cargada de una profunda fe.

Imagínense, allá por el año 1910, siendo párroco de Teror D. Juan González Hernández, que subía a decir la misa semanal a este humilde barrio, le comienza a rondar por la cabeza la idea de la construcción de un templo.

Termina la misa y les comenta a los parroquianos dicha propuesta. Supongo, que ellos pensarían en una pequeña ermita para los vecinos de aquel momento.

Pero aquel cura es tozudo y firme en sus cavilaciones, y les dice que no quiere una ermita dedicada en honor al Sagrado Corazón de Jesús, al cual era muy devoto, sino un templo con dimensiones exageradas para los habitantes de aquel momento. Creo que aquellos días los feligreses no durmieron pensando en las locuras que le venían a la cabeza a aquel testarudo párroco.

Una vez animado todo hijo de vecino, el primer problema sería la ubicación, como buscar un solar y comprarlo. Y aparecen las figuras del matrimonio de D. Juan Montesdeoca Rivero y su esposa María Déniz, que donaron los terrenos, pero supongo que aquí interviene la fe, porque en aquel tiempo, el patrimonio más grande era según las tierras que tenían y desprenderse de ellas era un gran sacrificio. Forman una junta para pedir limosnas, llevar cuentas y preparar el trabajo para la construcción.

Creo que este es el momento para hablar de uno de mis antepasados, mi tatarabuelo D. Juan Quintana y Quintana, apodado más tarde como Juan “El Santo”. Unos dicen que por hacer marcos para los cuadros de santos y otros por un sueño que tuvo con relación a los trabajos del templo.

Era hombre tenaz y con fuertes convicciones religiosas. Llegado el momento, en tiempos económicos difíciles, fue capaz de embargar sus propiedades para seguir adelante con la obra. Imagínense cuando llega a su casa y le dice a su esposa María Catalina que ha embargado las propiedades a favor de la construcción de la iglesia. Yo creo que su mujer le diría: “Ya pasaste por la tienda y te echaste un par de piscos”.
Para él y para todos los hombres que como él trabajaron de manera incondicional por la construcción de este templo, vaya nuestro recuerdo. Estas y otras cosas son las que nos hacen seguir luchando por nuestra historia y por nuestro barrio.

Y que decirles de nuestro Patrón, que cuenta con muchos devotos, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Una imagen brillante a nuestra vista, que al mirarla quedamos prendados de tanta hermosura.

El escultor le adelanta el pie para darle movilidad, pero es tal, que parece que se nos quiere acercar. Tiene la mano izquierda en su corazón saliente del pecho, quizás para enseñarnos como debemos actuar, ofreciendo nuestro corazón tanto a vecinos como a foráneos y no solo en estas Fiestas, sino a lo largo del año. Con la mano derecha, nos da su bendición para sentirnos protegidos e incluso para que la vida de este barrio y de sus vecinos sea cada vez más próspera.
Acto emotivo es su bajada y subida desde su camarín, para estar cerca de nosotros en estas Fiestas en su honor. Allá por el año 1980, al Párroco D. Luis González Hernández, junto con algunos fieles, se le ocurre la feliz idea de llevarlo en procesión.

En aquel momento, junto a la Comisión, ponen en marcha dicho proyecto. La imagen es bajada con mil sacrificios por la casa del cura, ocasión que aprovechan para pesarlo en la romana de la tienda (nada menos que 148 Kgr de peso).

Prepararon el furgón de mi tío Simeón, lo entraron dentro de la iglesia con la dificultad que suponía dicho episodio, pero aquí somos cabezotas con lo que nos proponemos. Incluso, y pese a la oposición del Ayuntamiento de sacar la imagen en procesión, se consiguió llevarlo hasta el cruce, siendo acompañado por una gran cantidad de vecinos, sacerdotes y banda incluida.

Recuerdo aquellas fiestas de mi niñez. Las verbenas detrás de la iglesia primero, y más tarde en la Asociación de Vecinos, donde Pepe Genaro y Juan Casa Arriba eran buenos vigilantes y no nos dejaban colar.

Aquella puesta en escena del Un, Dos, Tres (concurso de moda), donde Cesáreo Ramos hacía de Kiko, el presentador. El domingo a la tarde, aquella Ginkana en carretillas, donde se cogía una manzana solo con la boca, se llevaba un huevo en una cuchara o se enhebraba un hilo en una aguja.

Y una de las cosas que nos identifica, ha sido la Traída de los Arcos la víspera de las fiestas. Comenzábamos desde media tarde, con un calor que rajaba piedras, y terminaba con el baile por la noche y sus fuegos artificiales.

También al párroco D. Luis González y al carpintero “Maestro Pepe”, les estamos agradecidos porque se acabó aquella ardua tarea, ya descrita anteriormente, de subir y bajar la imagen por la casa parroquial. Idearon la forma de colocar una estructura metálica y sobre ésta, unas telas, que aparte de lo espectacular, lo simula como algo divino.

Y como no, hacer un reconocimiento a todos esos hombres y mujeres que hoy en día continúan con la laboriosa tarea de preparar y embellecer dicho acto, aunque esto conlleve algún que otro martillazo o incluso, alguna picada de alfiler.

Con el permiso de ustedes, voy a hablarles un poco de mi relación con Arbejales, con mi familia, los vecinos, mis amigos y por qué no, mi relación con las Fiestas y otras actividades.
Antes de comenzar, tengo que hacer un homenaje a dos personas especiales para mí. Gracias a ellos, yo estoy aquí esta noche. Me refiero a mis padres. Me enseñaron, o más bien, me mandaron desde pequeño a participar y trabajar en todos los eventos que aquí se programaban tanto a nivel parroquial como vecinal.

Mi padre es un hombre sereno, tranquilo, pero al que nunca se le queda nada sin hacer . Siempre dispuesto a realizar cualquier tarea, tanto personal como a nivel colectivo. Hoy en día, debido a su jubilación, es el que hace ese trabajo que nadie ve, como por ejemplo, colocar banderas, altavoces, tener preparado todo para la carroza, la feria, etc… Sin él, sé que yo no me podría comprometer con muchas de las actividades que realizo.

Mi madre, en cambio, es puro nervios, precipitación, y por eso saca todo el trabajo y más si se le echase. De buen corazón, siempre al servicio de todos, incluso preparada para todo lo que se acontece.

Su casa es la casa de la fiesta. En ella se arrugan las papas, se hacen los huevos, se pone todo lo que hace falta para brindis, feria, etc…Además, está lista para todo lo que se le pida, incluso que no nos falte el pisquito de ron y algún enyesque cuando allí trabajamos.
Por todo esto y sobre todo por ser mis padres, muchas gracias.
Yo nací en Llano Roque y mis primeros años los pasé sobre el molino de Elenita, a caballo entre dicha casa, la tienda de mis abuelos Daniel y Juana o la barbería de Pancho, donde aprendí mis primeros juegos con Mara y sus hijas. De corta edad nos fuimos a Los Corrales por motivos laborales, ya que mis padres iniciaron su negocio en la tienda de Carmela Navarro. Fueron tiempos bonitos y por eso siempre he dicho que es mi segundo hogar. Tengo un grato recuerdo de todos mis vecinos. Éramos una gran familia, por lo que yo entraba y salía de todos los hogares como Pedro por su casa. Quisiera hablar de cada uno de los habitantes de este barrio, pero no quisiera dejar a nadie atrás, aparte de que me extendería mucho. Pero no me atrevo a pasar la página sin hablar de dos familias que fueron la mía propia.

En primer lugar, la casa de Isaac y de Mina, a la que yo llamo cariñosamente, la Asociación de Vecinos de Los Corrales. Es el paradero de todo transeúnte, y por eso, las puertas están siempre abiertas. A Isaac lo tengo en mi memoria siempre presente. Me llamaba cariñosamente “Yeye” y aunque ya no está entre nosotros, sigue siendo aquel hombre corpulento que me abría su casa e incluso su corazón. Ligero de palabras, pero eso sí, sé que era su forma de hablar. Recuerdo el último día que lo vi. Me dijo: “Me cago en tu madre”, pero para mí eran palabras de afecto. Cuando me veía, hasta lloraba y puedes estar seguro que nunca me olvidaré de ti.

“Mina”, que continuamente tenía su caldero preparado para todo aquel que por allí pasase. Pero lo más bonito ha sido su lucha constante en las enfermedades que ha sufrido en su casa. Primero su madre Justa, después su esposo y como no, la propia suya. Pero sé que con la ayuda de sus hijos y vecinos será la Mina de siempre.

Mi segundo hogar era el de mi tío Paco y mi tía María.Mi tío, bajillo, con un pelo negro y cargado, siempre laborioso. Pero de él lo que más recuerdo y que me cautivó, fue su forma de llamarme la atención. Era de una forma dulce y táctil, con un cuento, una broma, nos decía las cosas. Siempre lo recuerdo bromista y alegre. Nunca tuvo un mal gesto ni conmigo ni con sus hijos.
Mi tía María, buscando la forma de sacar adelante a sus hijos y a un agregado, que era yo. Siempre muy tranquila, pacífica, pero eso sí, me trató como si fuera uno más de la familia. Siempre dispuesta para cualquier menester. La recuerdo friendo aquellos lazcones de papas fritas a mi tío, donde siempre intentábamos quitarle alguna.
Volviendo a la tienda, tengo que hablar de una anécdota. Todo el que me vio en Los Corrales me recuerda acostado en un banco de madera, ya que regresábamos tarde a casa. Pero lo más sorprendente es que nunca me caí.

Cuando cursaba quinto curso, mis padres, junto a mis tíos Guillermo y María Teresa, cogen la tienda de Arbejales que regentaban mis abuelos. Era una tienda-bar de aceite y vinagre, donde siempre había un metro marcado sobre el mostrador para medir las telas que venían en rollos. Otro artilugio que la caracterizaba era la pesa, ya que todo se vendía por kilos. Incluso servía para pesar a los niños recién nacidos. Se ponía un papel de aquellos canelos y se seguía el peso como si fuese la consulta de un pediatra. Quizás por la lejanía a los núcleos urbanos más importantes, éstas comercializaban de casi todo, desde pienso para animales, hasta la botella de petróleo.

El bar se cerraba más tarde. Lugar donde, al caer la tarde, se reunían los hombres para la tertulia diaria, pero las noches que más me gustaban eran las de verano, donde algunos se sentaban en la acera a tomarse el botellín, y los más sedientos, los de tres cuartos.

Algunos de ellos venían con sus zapatos herrados. Usaban chaquetas o rebecas sobre los hombros y se fumaban hasta las colillas de aquellos cigarros mecánicos, virginios e incluso rumbo blanco.
Los fines de semana y las fiestas eran especiales. Se freía pescado o carne, huevos duros, tapas de ensaladilla, etc…,

pero tampoco faltaban los manices salados o con cáscaras, las aceitunas y los chochos cuando mi padre traía de la fuente.

Recuerdo a José el de Paquito sentado en uno de aquellos bancos grandes, mientras yo hacía los deberes en una esquina del mostrador. Era grueso y lucía una barba blanca siempre bien arreglada, aunque un poco amarilla de apurar las colillas que se consumían casi solas entre sus labios. Solía venir a media tarde y compraba su botella de agua o Clipper para dar sus paseos por la plaza. Siempre mi madre le pedía que le diera unos paseos a mi hermana en su carro cuando cogía alguna perreta.

Y hablando de mi hermana, fue una muñeca para mí, ya que nació cuando yo tenía diez años, aunque, a veces, le hacía alguna perrería. Hoy en día es una persona a la que aprecio y quiero mucho, llegando a ser muchas veces confidentes.

Ella, como no, también heredó de mis padres ese compromiso de trabajar por estas fiestas.
Volviendo al repaso de mi niñez, entre semana solía ir a casa de mis abuelos maternos, ya que yo era los ojitos de mi abuela Juana por ser su primer nieto. Normalmente vestía de negro y usaba gafas de pasta. La mayor parte del tiempo lo pasaba en su cuarto de costura, escuchando en la radio la novela “Simplemente María”.

Mi abuelo Daniel, con chaqueta y sombrero negro, de ideas propias y que todos sus hijos tenían que acatar, tuviera o no tuviera razón. Era hombre vinculado al barrio al igual que todos sus hijos, incluso a mí me lo inculcó. Ya en el declive de su vida, sí descubrí un hombre más frágil, cediendo en algunas de sus ideas, aunque nunca perdiendo su arrogancia.
Mis tíos, medios locos, con la sangre acelerada en el cuerpo, pero grandes comerciantes y emprendedores, haciendo siempre lo que se proponían, tanto es así que uno de ellos llegó a Alcalde del Municipio.

Mis tías nunca se quedaron atrás. Personas de mucho genio, pero eso sí, de muy buen corazón. A mi tía Margarita, quizás por ser la más pequeña, la recuerdo sentada en la cocina siempre rodeada de libros, oyendo las clases de Radio Ecca en esas noches de invierno cuando se iba la luz y estudiando con la claridad de una vela en aquellas palmatorias.
Los fines de semana solía ir a casa de mi abuela paterna, Angelita Hernández. De pelo blanco, tranquila, dedicada a sus tareas domésticas, preocupada de sus hijos solteros y esperando para juntar a toda la familia los domingos. Cuando me veía flacuchillo, me decía que estaba anémico y me hacía una “ñema” con “jerezquina”.
Y que decir de Mariquita Nuez (madrina), como así la llamábamos todos cariñosamente, no me olvidaré de los caramelillos que guardaba en la lata del gofio.

Aquellos domingos, después de almorzar, mi tía Fina sacaba las tijeras para cortarle el pelo al que lo necesitase. Mis tíos, jugando a la baraja (a la que son muy aficionados). En cambio, mis tías tomando el sol, un buchito de café al que toda la familia somos muy adictos y con la respectiva charla que fuera saliendo.
También aquellos juegos con todos mis primos y primas, donde siempre terminábamos haciendo alguna travesura, poniendo a mi tío José con los pelos de punta.

Retomando otra vez la tienda, tengo que hablar de aquellos personajes que allí se reunían. Entrando a la derecha, sentado en un banco, Pedro Santana, hombre pequeñillo con un gorro gris y su chaqueta sobre los hombros, en la cual siempre guardaba sus caramelos mentolados. Lo que más recuerdo de él es que siempre iba con sus cabras arrastro, enfadado cuando le quitábamos las moras. Se caracterizaba porque siempre tenía un remedio para cada enfermedad.

“Ino” : era delgado, con su chaleco blanco de lana, algo machucado por los tropiezos que tenía cuando se tomaba alguna copa de más, y luego le echaba la culpa a que su madre Sionita le cambiaba las macetas del camino.
Paco y su hermano “Lito”, de la Casa de Arriba. Paco, con una rebequilla azul siempre dispuesto a echarle una mano al que lo necesitara. “Lito”, hombre alto con sandalias del cincuenta y cuatro y unas manos grandísimas, con las cuales siempre me estaba apretando los muslos.

Mi tío José, muy recto y pulcramente vestido. Sus palabras son como una escritura. Venía con Fermín el del Barranco, “El Totingo”, como él se hacía llamar, cojeaba de una pierna debido a que tenía una más grande que otra, boina de medio lado y el cigarrillo mecánico amarillo siempre entre sus dedos.
Manolo el de Gregorio, con pelo negro cargado y brillante, chaquetilla gris sobre los hombros, le gustaba beber botellines, pero lo que más me sorprendía era la elegancia con que pelaba los manices de cáscara.
Mi tío Antonio, emigrante que regresó de Venezuela, vestía con impecable camisa blanca, gran jugador de dominó

(costumbre que trajo de las Américas). Era bromista y sarcástico, todos sus movimientos los hacía sencillos, pero teniendo gestos propios: la forma de fumarse un Krüger y como tiraba la ceniza del cigarro, tomarse una copa e incluso de mirar la hora.
Recuerdo que al mediodía, solían venir Pepito Quintana y Paquito el del Puerto a tomarse un par de whiskys antes de ir a almorzar. Pepito Quintana, aguador de oficio, siempre de sombrero negro, chaqueta gris y una arruga en su cara que creo que es herencia de los Quintanas.

Paquito, portuario de voz ronca y sombrero de palma, que vino a Arbejales y se ha quedado afincado por estos lares.Pero si hablamos de hijos adoptivos no puedo dejar de mencionar a un personaje conocido por todos los del barrio. D. Néstor Díaz, Néstor para los amigos. Vino como profesor de los niños del colegio de Arbejales, pero tengo que recordarlo porque no se limitó solamente a su profesión, sino que se involucró en la asociación, comisión de fiestas y en todo lo que se precisara. Tanto es así, que se enamoró de este lugar junto con su esposa Pepa para quedarse aquí.

Ahora quiero hablarles de una etapa importante en mi vida, ya que cambió mi forma de pensar y actuar. Fue durante mi estancia en el Seminario Menor, tanto estando interno como el año que viví en casa de mi tía Marusa y Juan Cabrera, a los cuales tengo que agradecerles que me acogieran como a uno de sus hijos. En este tiempo aprendí algunas cosas: echar de menos a mi gente y a mi barrio, y es cuando comienzo a comprometerme más en la parroquia y en los actos de la fiesta.

Teníamos una buena pandilla: los hijos de Rafaela, Jose el de Luis el Cartero, Pedro Luis, Suso, Isidro, Enriquito, Orlando, Susini, mi cuñado Paco, Juanito el del Barranco, los que venían los fines de semana de Las Palmas como Suso el Pelirrojo, Juan José, los sobrinos de Pío Luis, las hijas de Cesáreo el del Barranquillo, y más tarde se nos unieron Luisín, Cuco, Germán, Mery y Geny.
A Joaquín lo he dejado para el final, ya que con él tengo una especial relación, y sobre todo, muchas cosas en común, como es nuestro amor por el barrio y por sus tradiciones. Pese a tener un contraste en nuestra forma de ser, hemos conseguido aunar nuestras ideas para llevar a cabo algunos proyectos.
También en este tiempo conozco a Loly, la que hoy es mi mujer. De familia numerosa, con un padre de ideas propias con el que no se podía negociar. Su madre es el punto de unión para toda la familia. Todos se quejan de su suegra, pero para mí es una madre más. Y que puedo hablar de cuñados y cuñadas, todos con su forma de ser, pero de los cuales yo he hecho mi propia familia.

Mi mujer, a la cual estoy agradecido, no solo por los dos hijos que tenemos en común, Judith y Pablo, sino también por su paciencia para aguantar, ya que debido a que estoy implicado con este barrio, a veces tengo que sacrificar mi vida familiar y los momentos para disfrutar con ellos.
También porque juntos estamos infundiéndoles a nuestros hijos que no olviden la historia, las tradiciones y amar a este barrio como lo queremos nosotros.

Voy a hablarles de las dos familias vecinas más cercanas, porque si comento con pinceladas a todos, tengo para escribir un libro sobre personajes de Arbejales.
Antonio Ferrera y Luisita Sánchez. Luisita, como se suele decir, genio y figura hasta la sepultura. Tenía gran talante tanto con su esposo, hijos y vecinos. Siempre para lo que se ofreciese. Antonio Ferrera, hombre tranquilo, carpintero de profesión, el cual, teniendo una lija en las manos, era el hombre más feliz de la tierra, y dispuesto para hacer cualquier arreglillo de carpintería dentro del templo.

Y como no, les hablo se “Sisa”, soltera, encorvada, con su vestido gris de cuadros y su pañuelo amarrado al cuello. Preocupada por las tareas en la iglesia y en la casa parroquial. Además, las primeras calas eran para el embellecimiento del templo, y las mejores naranjas para los curas. Cuando le quitaba alguna me decía: “¡¡mandíngano chiquillo!!, deja esas naranjas que las quiero pa’ un regalo”.
Espero sepan disculparme si alguien se me quedó excluido, les aseguro que esa no ha sido mi intención. Sin más preámbulo, pidiendo perdón si me he extendido demasiado, voy a comenzar el trabajo que me encargó la Comisión: Pregonar las Fiestas en Honor al Sagrado Corazón de Jesús.

Estas solemnes fiestas han comenzado,
Las primeras comuniones hemos celebrado.
Nuestras calles con su abanderado
Y las campanas al vuelo se han alzado.

Hoy, un nuevo reto se ha dejado ver
Un trial para los más atrevidos
Y que el año que viene puedan volver
Si se han sentido atraídos.

El pregón en este momento
Para del barrio y los actos hablar
En este lugar de encuentro
Las Fiestas del Corazón de Jesús van a comenzar.

Seguidamente, la banda de Teror actuará
Y con sus canciones nos deleitarán.
Luego una exposición de fotos,
Que quizás a alguno haga llorar.

El próximo sábado será la Gala,
En la que los niños del barrio participarán.
Padres, hermanos, tíos y abuelos,
Al ver a los suyos disfrutarán.

El domingo, el Corpus Christi.
Confeccionaremos alfombras y altares,
Para que Jesús Sacramentado
Visite las calles de Arbejales.

Del ocho al dieciséis de junio,
El novenario está programado.
Entre tanto, el día diez,
El Corazón de Jesús será bajado.

Estará más cerca de nosotros
Y su fiesta litúrgica celebraremos
El día quince de junio
Nuestras peticiones le haremos.
Niños, jóvenes y mayores
En la Eucaristía participaremos.

La traída de Los Arcos,
Que no debemos olvidar.
Los barrios con su inspiración,
Con flores y brezos han de adornar.

Carrozas, tractores, hasta algún camión,
Cargados con conducto sin faltar el pisco de ron.
Pero sin olvidarnos de la ofrenda,
Que con devoción traemos al Santo Patrón.

Para el día diecisiete de junio
La solemne función y procesión,
Para que vecinos y foráneos
Recen al Santo con fiel devoción.

Vacas, cabras, ovejas y caballos,
En la feria cita se darán,
Y después de la procesión,
Delante del Santo desfilarán.

Por la tarde no se pierdan
Lo que aquí tendrá lugar,
Una obra de teatro
Y el mariachi América como novedad.

Unos días de descanso
Para el día veintidós continuar.
Jóvenes acompañados por el obispo,
Esa tarde se van a confirmar.

Entre actos populares y religiosos
Tampoco van a faltar,
Campeonatos y competiciones
Para a los más aficionados agradar.

Para el día veinticuatro,
Todo el que quiera venir,
Es la fiesta de la espuma
Y nos vamos a divertir.

Y ese mismo día,
Después de tanta diversión,
Celebraremos por la tarde
La subida del Sagrado Corazón.

Y con este último acto,
Daremos por terminada
Las fiestas de este año
Con tanta ilusión preparadas.
Y, como no, desde el corazón,
Con alegría y entusiasmo pregonadas.

Y que con estas solemnes fiestas,
Para nosotros muy entrañables,
Llevemos a todos los lugares,
Un trocito de Arbejales.

BUENAS NOCHES Y FELICES FIESTAS.

Compartir en redes sociales