Por Juan de Dios Ramos, Alcalde de Teror
Hay personas que seguramente no pasarán a la historia, pero que dejan sin embargo una profunda huella en el entorno donde han vivido. Personas que forman parte de nuestra vida cotidiana y que, cuando faltan, notamos una ausencia irreemplazable. Son ciudadanos anónimos que no salen normalmente en los medios de comunicación, pero que se han convertido en todo un referente por sus acciones participativas o por representar algún valor especial hacia la colectividad, sobre todo en los municipios pequeños, donde la población tiene mayores vínculos.
Recientemente, Teror perdió a una de esas personas a las que me refiero, Manuel Rodríguez Hernández, que nos dejó a los 100 años de edad. Manuel fue un referente del asociacionismo vecinal en Teror en el resurgir de la democracia a finales de los años 70. Gracias a su actividad en la Asociación de Vecinos de El Hornillo, pudieron sacarse adelante muchos proyectos en este barrio, al mismo tiempo que impulsó la construcción de la Iglesia y la Plaza de El Hornillo.
A pesar de su avanzada edad, Manuel representó a una generación de personas que trabajaron intensamente desde los colectivos vecinales en los años 70 y 80 por dar una mayor entidad a los barrios y descentralizar la gestión de los municipios en torno al Casco. Cómo él en El Hornillo, también los núcleos de Arbejales, El Palmar, El Álamo o Lo Blanco tuvieron a esas personas que trabajaron intensamente por mejorar los barrios, asumiendo desde la colectividad muchas tareas que correspondían al propio Ayuntamiento.
El recuerdo de Manuel Rodriguez, y también el de vecinos como Pepe Pérez, Amado Falcón, Domingo Alemán, Pepe Salazar, Cesáreo Ramos, Pepe García Báez, José Santana, Quintino del Rosario, Juan “el Rubio” o Juan García, entre otros muchos, me hace rememorar esa parte de la historia de los municipios que se hizo gracias al esfuerzo comunitario de los vecinos, a la unión de los ciudadanos para reivindicar y al mismo tiempo para poner manos a la obra.
Las nuevas generaciones de jóvenes no conocerán posiblemente la labor que desarrolló Manuel Rodríguez y personas como él desde las Asociaciones de Vecinos, pero disfrutarán de sus logros. Esa era la mayor satisfacción y, seguramente, la misma que mueve a todas esas personas que de forma anónima colaboran para dinamizar y mejorar el entorno en el que viven.
Pero no sólo en el asociacionismo vecinal hay personas que han dejado huella entre la población. Prácticamente desde todos los ámbitos de la vida social, cultural, deportiva, empresarial, educativa, etc., podemos encontrar a ciudadanos que forman parte de nuestra historia no oficial, por su forma de ser o de hacer.
Entre ellos, no puedo olvidar a Pepe Benítez, conocido empresario de repostería que también nos dejó recientemente. Fue todo un personaje por su extraordinario sentido del humor y su pasión por la música. Un carnavalero incondicional, incluso en los tiempos en los que la censura prohibió estas fiestas, y uno de los precursores de las primeras Rondallas que tuvo Teror.
Los llamados “personajes populares” también constituyen una pieza indispensable en nuestra pequeña historia. Reflejan épocas y maneras de entender la vida, con las que no siempre nos identificamos. A veces reflejan el triunfo, pero en muchas ocasiones son el ejemplo de una derrota.
Este puede ser el caso de Manolito Vélez, que también nos dejó hace unas semanas en Teror. Un hombre sencillo que se ganó la simpatía de los ciudadanos por el respeto que profesaba a los demás, por su gran sentido del humor y de la poesía.
En definitiva, sólo quiero manifestar mi reconociendo a todas esas personas que participan en la colectividad. Que forman parte de una comunidad y al mismo tiempo se implican en ella. En esta época de crisis que atravesamos, es necesario tomar parte en todo aquello que nos haga estar más cerca de los demás, como todos esos ciudadanos que han dejado huella, de alguna manera, en el lugar donde han vivido.
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