En 1882 comenzaría la construcción del convento situado en la zona conocida como «Cercado de los Castaños», promovida por el párroco Judas A. Dávila. En 1888 finalizó la construcción del edificio gracias a la colaboración de los terorenses, y en noviembre de ese año se trasladó la comunidad de monjas bernardas desde el Palacio Episcopal hasta su definitivo asentamiento.
La estructura del edificio está concebida en función de su finalidad monacal de clausura rigurosa y vida contemplativa. De gran sobriedad en sus elementos decorativos, el edificio se compone de tres cuerpos principales: la iglesia que se alza en el centro; el convento propiamente dicho, el noviciado y hospedería.
Una parte fundamental del Convento la constituye la extensa finca de Los Castaños, adquirida en 1917 y donde se sitúan las tierras de cultivo. Actualmente la comunidad cisterciense de Teror es muy conocida por la elaboración de dulces artesano.
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