La primera escuela de Teror
La primera escuela de niños de Teror fue fundada por el presbítero D. Domingo Navarro del Castillo (1716-1790), el 6 de mayo del año 1790. Este establecimiento estuvo ubicado en el solar que hoy ocupa la Biblioteca Municipal de la Villa. Precisamente, esta ubicación dio lugar a la denominación de Calle de la Escuela, nombre que aún se mantiene. En ella impartió docencia el primer maestro de Teror del que se tiene noticia, llamado Manuel Suárez.
Tres años después se fundó la escuela de niñas por disposición del obispo D. Antonio Tavira y Almazán, con los bienes dejados por el citado clérigo y los de su hermana Dña. Catalina Navarro del Castillo, empleados hasta ese momento para el sostenimiento del culto a la Virgen del Rosario, venerada en la iglesia parroquial de Teror hasta 1793, año en que fue por la talla del Cristo atado a la columna. Desde su fundación y hasta 1806, la escuela de niñas fue regentada por Dña. Rita Monagas (1748-1807), natural de Teror e hija de Francisco Melián y Josefa Monagas. El objeto de la escuela fue el de la instrucción de las niñas en las labores propias del hogar, aprender a leer y adquirir los rudimentos de la doctrina cristiana, para lo cual se procurarían adquirir «algunas cartillas y libros». Dicha disposición contrasta con el hecho de que la referida Dña. Rita Monagas era iletrada, según se deduce de su testamento otorgado ante el escribano de Las Palmas D. Tomás de Ariñez, en el que declara «no saber firmar». Tras su dimisión en 1806, el centro de enseñanza permaneció sin maestra hasta el año 1815.
A diferencia de la escuela de niños, situada en la actual Calle de la Escuela, la de niñas no dispuso de un local propio y su ubicación siempre estuvo sujeta a la disponibilidad de encontrar un edificio de alquiler, que no siempre reunía de las mejores condiciones higiénicas. A partir de 1841 el centro de enseñanza estuvo emplazado en una de las casas de la fábrica parroquial. Aunque hubo intentos de trasladarla al Palacio Episcopal (en 1855 y 1864) y posteriormente (en 1909) al edificio del Pósito (posteriormente convertido en Casas Consistoriales), éstos siempre fracasaron.
La asistencia a clase por parte de las niñas siempre fue menor que la de los varones. En 1860 el número de niños matriculados alcanzaba los 95, de los que unos 60 o 70 acudían regularmente a clase. Por su parte el número de féminas matriculadas era de 48, de las que asistían con regularidad unas 15 o 20 alumnas. Estas cifras de absentismo escolar se explican por la escasez de recursos económicos de sus progenitores (se produce un mayor número de faltas en los hijos de labradores, jornaleros, albañiles y herreros) y la generalización del trabajo infantil en las labores agrícolas.
A partir del año 1916 se amplía la oferta escolar del municipio, con la creación cuatro escuelas: dos en el Casco o Recinto, y otras dos mixtas en El Palmar y Ojero. En 1936 ya eran 17 las escuelas repartidas en los diferentes barrios o pagos de la localidad. Durante los años 1919 a 1936 fueron pioneras las maestras María Lorenzo Domínguez (Casco), Dolores Acosta Vela (Ojero), Toribia Guerra Pérez (El Palmar), Rosenda Rodríguez Lecuona (Arbejales), Amparo de Sancho Martínez (Espartero), María Paz Rodríguez (Las Rosadas), Rosa Verneda Turrell (Miraflor) y Josefa Vega Rivero (El Álamo), entre otras muchas.