Ermita de San Isidro
La ermita dedicada a San Isidro Labrador fue fundada por el canónigo doctoral D. Juan González Falcón (1635-1693), quien en 1684 expresó su intención de fabricar una ermita en su hacienda, junto a unas casas de su propiedad. El 4 de octubre del mismo año, realiza la petición formal ante el Obispado, justificando la necesidad de esta y comprometiéndose a dotarla de todo lo necesario para su sostenimiento, al tiempo que solicita el derecho de patronato para él y para sus sucesores. La primera fábrica se arruinó al poco tiempo de ser edificada, en 1685, por lo que su construcción no finalizó hasta el año siguiente. El 25 de noviembre de 1686, se obtuvo la licencia para, que una vez bendecido el templo, se pudiese celebrar la misa en él los días de precepto, por cualquier religioso secular o regular. Dicha bendición tuvo lugar el 27 de noviembre de 1687.
La ermita de San Isidro Labrador sigue, a grandes rasgos, el esquema del resto de ermitas y oratorios del Archipiélago. Adosada a la casa de la hacienda, de mayor antigüedad, se trata de un edificio de una sola nave coronado por un tejado a dos aguas. El acceso a través de la fachada principal se realiza atravesando una puerta con arco de medio punto, fabricado con piedra de cantería gris. Junto con ésta, existe otra puerta lateral de similares características, ubicada a la vera del camino real que unía Teror con las localidades de «La Vega, Tirajana y otros lugares». Una tercera entrada, de menores proporciones y vano adintelado, permite el acceso desde el mentado camino real a la sacristía. Sobre ésta, y en una de las esquinas del templo, se yergue la espadaña con vano de medio punto, donde se aloja la campana. El frontis de la ermita está precedido por una pequeña y recoleta plaza empedrada, separada del camino real por un muro perimetral que evidencia el carácter privado del templo. Asimismo, el interior del oratorio aún conserva el hueco o nicho, ahora cegado, a través del cual el fundador y sus familiares podían oír misa o asistir a los oficios religiosos.
El retablo del templo es el original. Se trata de una estructura de madera de dos pisos o cuerpos, coronada por un ático y organizada en torno a tres calles verticales, donde se ubican los nichos que acogen a las imágenes del Crucificado, San Isidro Labrador, Ntra. Sra. del Rosario y Santa María de la Cabeza. Junto con éstas, también reciben culto las tallas que representan a San José y a San Antonio de Padua, obras anónimas de los siglos XVII y XVIII.
Adosado al retablo, el altar de la ermita de San Isidro Labrador está revestido por algo más de un centenar de azulejos de factura holandesa, procedentes de la ciudad de Delft. Los motivos que decoran la superficie de estos azulejos recrean paisajes y escenas de la vida cotidiana de la Holanda del siglo XVII. Destacan por su número la presencia de molinos y caseríos a orillas del mar, en cuyo horizonte suele siempre aparecer la silueta de una o varias embarcaciones. Junto con éstos, son frecuentes las escenas de caza o pesca en las que podemos observar diversos tipos humanos ataviados a la usanza de la época. Se trata de un altar único de su clase en Gran Canaria, y muy probablemente uno de los pocos ejemplares que existe en Canarias. En el resto del archipiélago se ha podido documentar la existencia de este tipo de piezas en la isla de Tenerife y especialmente en la isla de La Palma, donde se han usado para decorar el remate de torres, artesonados, suelos, zócalos y las escaleras de algunos de sus edificios señoriales.La casa principal de la hacienda, a la que se encuentra unida la ermita, es un bello ejemplo de la arquitectura doméstica canaria, de la que debemos destacar el amplio balcón o corredor, con pies derechos de madera y antepecho de balaustradas simples, al que se accede a través de una escalera exterior de cantería.