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APUNTE 13/05/2013

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El 15M, una revolución inacabada
Por
Nieves Ramos                                                                                                                               

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Hace dos años, mientras acababa la legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, en medio de una crisis que azotaba al País y siendo a su vez azotado por las prisas de Mariano Rajoy en llegar al poder para resolverla, se produjo un movimiento social que tuvo su epicentro en la Puerta del Sol de Madrid, lugar emblemático dónde se miden las distancias kilométricas del país, con su punto 0 y desde, dónde año tras año, nos comemos las uvas, enterrando lo pasado y esperando mejores venturas para el siguiente.

Pues bien, este fue el lugar que gente de todas las condiciones eligieron para manifestar su descontento por la situación del país y sentarse a debatir sobre la sociedad que estábamos viviendo. Para ello instalaron un campamento solidario y extendieron los debates a numerosas plazas de España en un movimiento, que se denominó a si mismo, Democracia Real Ya. La protesta contó con las simpatías de una gran parte de la ciudadanía que veía cómo sus derechos no eran tenidos en cuenta sino que un poder superior, llamada troika, Europa o Banca tomaba sus decisiones. Para ello querían opinar y tener una reacción visiblemente contraria. Los partidos políticos y los sindicatos, tradicionalmente movilizadores, sin embargo no sabían cómo interpretarlo mirándolo con preocupación dado su descontrol.

La manifestación espontánea del cabreo y su slogan de Democracia Real Ya tenía un reto: su propia articulación, cómo un sistema que pretende ser exclusivamente participativo y horizontal puede ser rápido y eficaz para dar respuestas a las necesidades de la ciudadanía.

Y ésta pregunta sigue siendo básica, a mi entender, en unos momentos en los que la situación se ha complicado hasta límites insospechados, es decir el cambio de un sistema instalado en la mayor parte del mundo: unos pocos ricos ante una gran mayoría sin derechos.

En estos momentos, el gran debate está en cómo canalizar esa democracia real y participativa en un proyecto político que lleve el hartazgo de la ciudadanía a una propuesta coherente, con contenido y realista puesto que como dice mi amiga Cande, ya en la calle nos estamos solamente los perroflautas, sino que hay mucho Lacoste.

Efectivamente, el 15M ha dado paso y no se si recogerá las enormes mareas que a lo largo de este año han recorrido las calles españolas. Las calles se han convertido en los parlamentos populares, dónde la gente se manifiesta por el desmantelamiento del Estado del Bienestar.

El pulso de la Comunidad Educativa a la Ley WERT, que incomprensiblemente se lleva a cabo sin consensuar con quienes la van a aplicar, la reforma de la ley del aborto, que nos va a llevar a la instalación de la hipocresía más absoluta en temas de índole exclusivamente personal , o el referéndum de la sanidad madrileña, que ha llevado a un millón de personas a firmar en contra de la privatización de la misma, que parece convertirse en el negocio sucesorio de la construcción, es la continuación del 15 M en adulto y son pruebas de lo visionario del 15 M.

Las propuestas que se van reflexionando ponen de manifiesto la necesidad de que el movimiento social se articule en torno a partidos políticos que sean capaces de llegar al Parlamento, único lugar legitimado por el momento para provocar un cambio en la Ley electoral y por lo tanto un cambio de filosofía, todo ello antes de que aparezcan iluminados que sean capaces de recoger el sentimiento de profundo resquemor que la ciudadanía siente por la clase política actualmente en el país. Lo decía ayer un político con canas, Ramón Jáuregui: “si no cambiamos, nos echan”. La pregunta es si la clase política, instalada en sus poltronas, después de años de gobierno, está dispuesta al cambio que se le está pidiendo. La ciudadanía está harta de ver cómo se tiran la pelota.

Por eso, en este aniversario del 15 M veremos si las propuestas de las Plazas y las Mareas se convierten en algo más que reivindicaciones. Necesito creer que este país tiene capacidad de crear y reaccionar. Y no precisamente desde la paciencia sino desde las acciones concretas y contundentes para conseguir una sociedad más justa, igualitaria y democrática realmente.

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