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APUNTE 19/12/2012

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¿Fin del mundo? ¿Qué mundo?
Por
Sebastián Sarmiento                                                                                                                               

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En los últimos meses no ha habido  tertulia que se precie  o revista de investigación donde no se haya tocado  los vaticinios mayas y la posibilidad de que el mundo, este “perro mundo”, se vaya a hacer gárgaras este viernes, 21 de diciembre. Los más agoreros anuncian el fin del mundo o algo parecido para ese día sin pararse a pensar que este universo, este sistema planetario en el que nos movemos por el espacio infinito aun tiene cuerda para rato. Mucho se ha escrito sobre las profecías mayas y sobre ese anunciado y  presunto apocalipsis que se nos viene encima…Nada más  lejos de la realidad. Yo, por si ustedes no lo sabían seguiré viviendo como si tal cosa, trabajando y proyectando mi vida más allá  de ese fatídico 21 de diciembre. Ni me preocupan ni me quitan  el sueño esos anuncios que ya los propios científicos se han ocupado en desmentir o “quitarle hierro”.

Según la literatura al uso, en el fenómeno del 2012 hay apocalipsis para todos los gustos. Unos dicen que un gran asteroide chocará con la Tierra; otros, que será un misterioso planeta el que impactará sobre la corteza terrestre. Curiosamente ninguno de ellos ha sido detectado por los grandes astrónomos de nuestro tiempo. Y desgraciadamente, el Observatorio que proyecta el Cabildo grancanario en El Garañón, llega tarde… El fenómeno 2012 de los mayas es una creencia escatológica que sostiene que el día del solsticio de diciembre del presente año ocurrirá el fin del mundo. Como saben todos ustedes, el solsticio tendrá lugar este viernes, 21 de diciembre, a las 11:11  UTC (tiempo universal coordinado). Esta creencia se basa en que ese día-el próximo viernes- se termina el calendario maya de la cuenta larga (uno de sus calendarios), de 5.125 años de duración.

En ese sentido algunos  pensadores más actuales plantean que los habitantes de la Tierra experimentarían  una transformación física y/o  espiritual positiva, que marcaría el comienzo de una nueva era. Otros, más negativos, sugieren que la fecha marca el fin del mundo o de una catástrofe  similar. Todos los escenarios ya reseñados para ese fin del mundo incluyen una colisión de la Tierra con algún objeto  externo como pudiera ser un planeta (dan hasta el nombre, el Nibiru), un asteroide errante, un agujero negro o una gran actividad solar.En suma, que los astrónomos y los científicos han rechazado los pronósticos apocalípticos como pseudociencia, afirmando que los eventos anunciados se contradicen con las más simples observaciones  astronómicas. Tal es así que la NASA ha comparado los temores del 2012 con el temor  al fin del mundo  surgido el 31 de diciembre del  999 y el 31 de diciembre de 1999.

Según hemos podido leer en algunas revistas científicas, el historiador de la UNAM, Erik Velásquez explicó que “la profecía maya del 2012” surgió en la década de los 70 del siglo pasado, cuando el escritor Frank Waters  escribió  un texto con una “mezcolanza de creencias”. El astrofísico, Jesús Galindo, por su parte ha aclarado que aunque los mayas fueron grandes astrónomos, ni ellos “ni la ciencia actual estarían en posibilidades  de plantear un  “fin del mundo”. Este científico insistió en que es imposible  tratar de pronosticar que un cometa “extermine”   a la Humanidad, “pues  es un evento que no se puede predecir con exactitud”.  Sea lo que fuere, los expertos concluyen que todas las versiones sobre un hipotético fin del mundo son rumores y leyendas que sacan de contexto la visión de las antiguas culturas, como la maya. Estos mismos expertos piensan que ese fenómeno es parte de la necesidad de creer de mucha gente como consecuencia de la inestabilidad política y económica  o por el cambio climático.

Esta última reflexión me ha hecho pensar en que en tiempos de crisis profunda, como la que atraviesa parte de la Humanidad, es lógico que surjan temores del futuro de esta civilización que se “acongoja” por cualquier acontecimiento negativo que surja. En este “climax” surgen los oportunistas que venden su alma al diablo para  engañar a los más crédulos  y “sacar tajada” de unas “profecías” que no precisan nada en concreto. Los  hay  tan ingenuos que han vendido sus propiedades y se han retirado, junto a sus familias o personas que piensan como ellos, a una isla del Pacifico para recibir la fecha del 21 de diciembre,  alejados de  las grandes ciudades, y  vivir “sus últimos días”  a lo grande.  Entre los crédulos y damnificados por estas historias podríamos situar también a la madre del joven asesino de Connecticut, en Estados Unidos, que asimismo se estaba “preparando” para el anunciado fin del mundo. Esta mujer, al parecer profesora del Colegio Sandy Hook, donde ocurrió la matanza, reunía en su casa hasta cinco armas y alimentos para enfrentarse  a un terrible desastre que traería violencia y el caos social.  El periódico norteamericano  “The Telegraph” informó que  esta mujer, separada, vivía obsesionada con el fin del mundo, y pertenecía al movimiento “preparacionista” o “survivalista”…

Es cierto que desde hace unos años a esta parte están ocurriendo desgracias por todo el planeta, desgracias de toda  índole, que pudieran hacer pensar en un fin de todo lo que nos rodea. El cambio climático, con las catástrofes naturales que se han registrado en todos los continentes (inundaciones, seísmos, guerras, luchas de pueblos y civilizaciones entre sí, etc etc) pudiera hacernos pensar que estamos en un cambio de ciclo.

Lo que si esperamos a partir de este cambio de estaciones, tras el 21 de diciembre del 2012, es que haya un cambio de mentalidad en la Humanidad del siglo XXI. Un “tsunami”  espiritual para que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo cambien a ese hombre nuevo del que nos habla el Apocalipsis del evangelista Juan. Que aparezca esa tierra nueva, esa civilización de la solidaridad, que haga surgir en el interior de nuestras conciencias  ese hombre  o esa mujer que piense más en los menos favorecidos de la sociedad, y que los sistemas políticos  sean menos egoístas y trabajen más por una sociedad más justa. Ese sería, a  nuestro juicio, el fin del mundo pronosticado por la civilización maya, y que en el 2013- otro año de incertidumbre por los números- haya más humanidad y más comprensión de los unos hacia los otros. Así los efectos de esta grave crisis económica- más cruda que las del 29 del pasado siglo- serían más llevaderos por todos. Ese mundo egoísta  e insensible es  el que querremos que desparezca, a partir  de este fatídico 21 de diciembre del 2012.

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