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APUNTE 14/12/2012

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La imagen de Ntra. Sra. de las Nieves de El Palmar
Por
José Luis Yánez                                                                                                                               

                                                                   jose_luis_apunte

La imagen de Nuestra Señora de las Nieves de La Peña es una escultura en madera policromada, de variada filiación artística. Al carecer la advocación de las Nieves de una iconografía específica, desconocemos si la Imagen de La Peña fue venerada como tal desde un primer momento.

Según la historiadora Graciela Santana, con gran probabilidad por su tipología y similitud con otras obras de la misma escuela pudo haber salido de las manos de uno de los discípulos de Jorge Fernández, escultor de gran importancia en esta época que realizó el magnífico Altar Mayor de la Catedral de Sevilla y posiblemente también la talla de la patrona de nuestra diócesis. Según la  historiadora Graciela Santana, el rostro ovalado y alargado de la Virgen, los carrillos hinchados y la barbilla redondeada, la asemejan mucho a la Imagen del Pino aunque con una factura más tosca:

“Los ojos grandes y oblicuos en los bordes, las cejas finas y sutilísimas. La boca apretada, expresiva y pequeña. Apenas se percibe la suave coloración que sonroja sus mejillas. Todo ello enmarcado por una larga y ondulada cabellera que se divide en mechones cayendo uno por cada lado del frontal de la imagen…El Niño también muestra un cierto parecido. Incluso en la forma de sostenerlo la Madre. La diferencia fundamental está en el lado en el que se encuentra…el Niño aparece en el brazo derecho, resaltando, de este modo, al Divino Infante, detalle que no es demasiado frecuente en las representaciones…”

No obstante lo dicho, las últimas investigaciones la adscriben a la producción de talleres flamencos de la ciudad de Malinas. La restauradora Constanza Negrín adelanta asimismo su hechura a principios del XVI, en concreto hacia la década de 1510-1520. La parte trasera de la imagen está fragmentada desconociéndose si se realizó para desprenderla de un retablo y permitir su introducción en algún nicho de pequeño tamaño como el de la cueva que la acogió hasta
el siglo XVII o para, según Negrín, ocultar la frecuente oquedad trasera de estas imágenes. Sea cual sea la explicación, ello determinó el que tanto la espalda como la parte posterior del cabello no existan.

Los pliegues del vestido caen de forma holgada y suelta, formando “uves” de tradición bajorenacentista en su caída central, lo que ha observado Graciela Santana como un dato más de similitud con el estilo de la imagen sevillana del escultor Fernández, aunque Negrín aclara que este tipo de plegados es de tradición gótica con raíz eyckiana y que en la imagen del Palmar se presentan en el manto.

La imagen procesionaba sobre una peana realizada en el siglo XVIII, que alzaba la talla para dar más prestancia y lucimiento a las vestiduras, en unas andas de factura muy simple y rodeada por una ráfaga de rayos plateados que resaltaban la glorificación de la Madre de Dios. En la actualidad lo hace en un trono con palio, realizado con estructura de madera en la carpintería de los hermanos García de Teror y chapado en estaño por los artesanos terorenses Francisco Herrera y Juan Carrasco en 1982, quienes también han ejecutado otros trabajos de gran valor artístico para la patrona de la Diócesis.

La imagen de Nuestra Señora de las Nieves al igual que la de Nuestra Señora del Pino y otras, pese a la belleza de su talla estuvo vestida desde sus primeros tiempos, por lo que, también al igual que a ésta, deben colocársele unas manos postizas ya que las suyas quedan ocultas bajo las vestiduras. En el inventario de 1715 con que comienza el Libro de su Mayordomía ya se menciona un manto de raso listado y una corona. En 1730 la Imagen tiene un vestido con túnica blanca y manto azul, otro con túnica azul y manto verde y dos varas de damasco para hacerle otros dos vestidos. Además se compraron por esas mismas fechas una vara de raso blanco y vara y media de damasco azul para vestido y manto, con una varilla y un punzón para fijar la corona a la Virgen. A fines de la década de 1730, culminando el período de mayordomía del presbítero don Bernardo Sánchez del Toro, la Virgen tenía una nueva corona de plata, una caja para guardar los vestidos y telas, un nuevo manto de tafetán pardo y un pendón de “tafetán de españa” blanco con guarnición de borlas y flecos de seda para preceder a la Imagen en sus procesiones. En 1766 ya tiene corona de plata también el Niño, una cruz de oro en una mano y un relicario y cascabelero de plata.

El siglo XVIII fue, como se puede observar, para la devoción popular a la Virgen de las Nieves un momento de auge que al igual que en otros templos también se manifestó en la humilde ermita de La Peña con un crecimiento de las limosnas y las manifestaciones externas de lujo en el culto. Entrados en la siguiente centuria, tal como también ocurriría también en Teror, las circunstancias variaron bastante hasta tal punto que, por documento fechado en 9 de septiembre de 1829 el mayordomo don José García de los Reyes solicitaba al Sr. Obispo don Bernardo Martínez Carnero, como “Mayordomo de la Cofradía de Ntra. Sra. de las Nieves en la hermita del Pago del Palmar”, que dispusiera la donación a la ermita de una casulla verde que en la Iglesia parroquial de Teror sobraba dado que en la del Palmar se carecía de ella para celebrar la misa los días dispuestos por las rúbricas. El obispo aceptó la solicitud y mandó al mayordomo de fábrica de Teror, don Carlos de Quintana, que procediera a lo solicitado.

Ya en el siglo XX se realizaron varios mantos y sayas para la Virgen de las Nieves. Uno de singular importancia por estrechar la relación que la une con la Virgen del Pino fue el elaborado por Francisco Herrera y Juan Carrasco en 1982 en los talleres terorenses con los trozos de tela llamada de fallera con la que ambos artesanos realizaron un traje para la Patrona de la Diócesis el mismo año.

El deterioro de la imagen ha sido muy grande durante todos estos siglos debido al maltrato que recibía para prepararla en su colocación en la peana, las coronas y la vestimenta añadida, además de los daños añadidos que ocasionaban las procesiones con motivo de sus fiestas, o más tarde su anual traslado al templo parroquial de Las Huertas. Por ello, fue encargada su restauración a doña Amparo Caballero Casassa y doña Mila Gómez Pablo. La situación de la imagen era ya alarmante y aconsejaba la urgencia de la intervención.

Se realizó un primer estudio organoléptico que descubrió detalles interesantes sobre su estado y otros de singular importancia como que se habían realizado varias actuaciones antiguamente que iban desde el repintado de todos los ropajes ocultando el pan de oro que la cubría anteriormente, excepto en la falda; el descubrimiento de pequeños trozos de tela adheridas sobre la escultura del Niño con el fin de embellecerla; el corte de parte de la falda a la altura de la cintura para facilitar la colocación de los vestidos; o el hecho no documentado hasta ahora de que por razón desconocida la cabeza de la Virgen se desprendió en algún momento del resto del cuerpo, accidente que fue subsanado con la introducción en el interior de la cabeza de un clavo de gran tamaño, descubierto con el estudio de Rayos X (efectuado previamente a la restauración) y el repintado de la escultura en la zona más oculta de las mejillas y el cuello.

Posteriormente al proceso de restauración se ha elaborado un pliego de “Condiciones de conservación preventiva” de la imagen de las Nieves. Como normas generales, debe controlarse la temperatura, nivel de humedad, luz, plagas y acumulación de suciedad. Además, no deben colocarse a menos de un metro de distancia ni velas, ni candelas, ni jarros con flores; la imagen debe ser manipulada lo menos que sea posible, sin besamanos, ni limpiezas bruscas de la superficie.

El traslado procesional se realizará asegurando la total estabilidad de la imagen y evitando cualquier exposición a inclemencias del tiempo como la lluvia, el sol o el viento directo.

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