Solidaridad compatible con el estado de bienestar |
la organización del espacio, dividiendo y ordenando éste
la organización del espacio, dividiendo y ordenando éste
Acaba de terminar el puente de la Constitución y la Inmaculada, mucha gente aprovecha para colocar los adornos de Navidad en las casas, los belenes, a pesar de las ultimas informaciones del papa, Benedicto XVI siguen apareciendo con el buey y la mula como siempre. También las calles lucen sus mejores galas, en esta ocasión todos los ayuntamientos manifiestan haber recortado el presupuesto destinado a la electrificación y se desarrollan proyectos de ahorro energético.
Han proliferado en estos días los calendarios de mil y una formas destinados a recaudar fondos para entidades sociales, muchas de ellas en vías de desaparición.
Pero lo que llama poderosamente la atención en estos últimos meses es la vuelta a la campaña del kg o la recogida generalizada de alimentos para hacer frente a las numerosas necesidades que mucha gente tiene en estos momentos, producto de la actual crisis económica.
Parece un binomio indivisible navidad-solidaridad. Difícil comerse el turrón sin problemas de conciencia cuando contamos con seis millones de personas paradas y me parece loable esa manifestación de empatía, característica por otra parte de la sociedad española.
Sin embargo me preocupa que detrás de esta situación, que va creciendo mucho, estemos viviendo con cierta pasividad un cambio de modelo económico en el que unos pocos tengan vergonzosamente mucho y una mayoría vaya empobreciéndose a pasos agigantados.
Una sociedad que quiera mantener un mínimo estado de bienestar necesita tener una clase media suficientemente amplia y estructurada esta realidad está cambiando profundamente en España.
Por eso me preocupa que tras todas estas campañas de solidaridad se esconda la resignación ante el desmantelamiento de la sociedad de derechos adquiridos en los últimos treinta años.
Siempre he considerado que las crisis son momentos de oportunidades pero no me gustaría que en esta ocasión la oportunidad la aprovechen quienes quieren conservar los privilegios de los ricos, quienes consideran que todo el mundo no tiene porqué estudiar, que haya una sanidad para pudientes y otros que se acojan a la beneficencia o la solidaridad o caridad cristiana.
Quiero para estas Navidades y para el próximo año que las luces iluminen a todos los pueblos por igual. Que tengamos acceso a una educación bilingüe, de calidad y adecuada a las capacidades de las personas. Quiero también una sanidad pública al servicio de toda la ciudadanía, gestionada con rigor. Quiero que las personas dependientes tengan sus necesidades cubiertas y que nadie tenga que renunciar a desarrollar sus carreras profesionales porque no haya recursos para los que han tenido alguna dificultad. Quiero que la solidaridad sea un valor añadido que nos permita desarrollar la empatía con la ciudadanía, ser mejores personas pero sin que nos convirtamos en sustitutos del Estado que tiene la responsabilidad de velar por la ciudadanía, fundamentalmente por los que más lo necesitan.
Quiero creer que tras toda esta crisis, provocada por quienes manejan el dinero, no hay una estrategia para establecer un modelo económico que enriquezca a los más ricos mientras empobrecen a una mayoría.
Por eso seamos personas solidarias pero sobre todo, despiertas en la defensa de nuestro estado de bienestar, sin caer en los análisis simplistas que algunos representantes empresariales han querido hacernos creer: trabajar más para ganar menos, claro que con ciento cincuenta millones en el colchón y un kg de oro como almohada, ya podemos trabajar con ganas.
Solidaridad por lo tanto si pero reivindicación de derechos también, y por eso espero que las luces de Navidad siga iluminando la protesta de la sanidad madrileña.
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