Triste Aniversario |
Este jueves, 6 de diciembre, cumple 34 años la Constitución Española de 1978, nuestra Carta Magna. Es sin duda alguna una fecha para reflexionar y para mirar atrás. No cabe duda que nuestra sociedad no pasa por su mejor momento y eso en todos los ámbitos. El español medio lo está pasando muy mal y no por la Constitución precisamente. No. El “estado del bienestar” que consagró su articulado sigue vigente pero la crisis económica, social y política en la que estamos inmersos está haciendo que la Constitución de la concordia sea menos atractiva. Se detecta en nuestros ciudadanos mucha decepción y mucho pasotismo. El régimen de libertades y el propio sistema democrático que “Ella” nos ha traído, parece como si se hubiera ocultado o hubiese disminuido sus efectos “salvadores”.
Tras 1978, cada año la celebración de la fiesta de la Constitución nos unía a todos. Asistíamos a los actos oficiales que se organizaban en cada capital de provincia, compartiendo el espíritu de concordia democrática que Ella nos trajo. Pero los errores políticos y las “meteduras de pata” de otros han desembocado en una situación de indiferencia y pasotismo, preocupantes. Tras 34 años de existencia es en la actualidad, cuando menos se cumple la Constitución. Un gobierno de España que prometió “el oro y el moro” antes de las elecciones, el Gobierno del Partido Popular de Mariano Rajoy “y compañía”, en poco más de un año es cuando más se ha pasado el texto constitucional por el forro de sus entretelas. Ahí están los ejemplos de la Reforma Laboral, de Fátima Bañéz, Ministra de Empleo y Seguridad Social con esos ataques a muchos de los logros que los españoles habíamos arrancado a los empresarios; la contrarreforma judicial del Ministro de Justicia, Alberto Ruíz-Gallardón, con la instauración de las tasas judiciales con las que se pone fin a la justicia gratuita; mejor sería decir : a la aplicación de una justicia para ricos y otra para pobres; o la no actualización de las pensiones, con lo que los jubilados, nuestros mayores, ven frustradas sus ilusiones de una vejez más desahogada. Otros se pasan los días pidiendo lo que no puede dar la Constitución como los Referéndums secesionistas, tal y como exigen algunos nacionalistas egoístas. ¿A qué viene esta petición si todos los días decidimos todos los españoles? Es más, llevamos 34 años decidiendo en cada elección que se nos ofrece…Se aprueban nuevas leyes contra desahucios que se quedan cortas y que contrastan con el derecho a tener una vivienda digna que nos dice la Constitución. En fin, ¿para qué seguir enumerando “patadas” a nuestra Carta Magna?
Eso por citar las últimas actuaciones de un Gobierno que se ha desdicho de todos sus compromisos electorales. Ahí están otras cuestiones como la educación, la sanidad o los servicios sociales donde hemos retrocedido a tiempos anteriores a la restauración democrática. Todo un cúmulo de decisiones que cada una de ellas ha constituido una “patada” en la línea de flotación de nuestra Constitución. Hemos ido para atrás casi sin darnos cuenta, y todo justificándolo en la “herencia recibida” o en la ya tan cacareada crisis económica.
Cinco años de crisis ha incrementado la precariedad en nuestras islas. Una tasa de paro que crece trimestre a trimestre; la reducción de los salarios en las empresas privadas y administraciones públicas dan como resultado que el 47 % de los canarios vive con sueldos de miseria. Con todo, a pesar de que la crisis ha multiplicado las necesidades, la gente se está comportando muy bien, mientras las instituciones “recortan” sus contribuciones a los más necesitados sin atender a más explicaciones. Ahí están las ONG como Cáritas, Cruz Roja o la Obra Social de Acogida y Desarrollo, entre otras muchas que están sustituyendo, como nunca, las obligaciones institucionales del “estado del bienestar”…
Mientras tanto se vive una insurrección cívica contra el neoliberalismo imperante. Lo estamos comprobando en la rebelión ciudadana contra los desahucios o la liquidación del actual sistema sanitario público. La ciudadanía está harta, desesperanzada, descreída, asustada…El rechazo a los políticos de manera genérica es cada vez mayor. No cabe duda que para el ultra liberalismo que gobierna en casi toda Europa es absolutamente inconcebible una sociedad que acepte las conquistas sociales conquistadas.
Por todo ello aunque la gente ya no grite ¡Viva la Constitución!, hay que seguir apoyando el texto constitucional como garante de este “estado del bienestar” que nuestros políticos y gobernantes están empeñados en destruirlo o reducirlo a la mínima expresión. Como hace doscientos años sucedió con la Constitución de 1812- fecha en la que se exclamaba “¡Viva la Pepa!”, hoy, en el 2012, digamos “¡Viva la Constitución de la Concordia!”. Acudamos a los actos públicos que se organicen en favor del texto constitucional. Amemos la Constitución, defendámosla de los ataques de sus detractores, y por supuesto tomemos conciencia que sin Ella: el caos.
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