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APUNTE 20/11/2012

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Gran Canaria y sus árboles
Por
Juan José Laforet                                                                                                                               

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Gran Canaria, que a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII perdió buena parte de sus bosques por el avance de los suelos dedicados a las imprescindibles labores agrícolas, como al aprovechamiento de sus maderas con muy diversos fines, aprendió muy pronto la lección y desde los tiempos de la ilustración ya aparecen pruebas fehacientes de cómo la sociedad insular manifestaba su preocupación por la conservación de los bosques, de las especies propias de la isla, a la vez que  estudiaba la introducción de nuevas y eficaces especies arbóreas.

Podemos verlo en las reuniones y manifiestos que hace más de doscientos años tenían para ello las gentes de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, entonces bajo la égida fecundísima de José de Viera y Clavijo. Esta misma sociedad a lo largo de todo el XIX promovió la defensa de lo que quedaba del “Monte de Doramas”, se opuso totalmente a la tala de bosques y árboles y, llegado el siglo XX, incluso contó con su propio vivero del que salieron cientos de ejemplares para repoblar diversos lugares de la isla, todo en base a la iniciativa generosa y espontánea de unos ciudadanos de a pie que amaban la isla, sus árboles y sus bosques.

Ejemplo culmen de ese amor al árbol, a los bosques a la naturaleza es la figura del escritor Francisco González Díaz, también conocido por ello como el “apóstol canario del árbol”, que realizó unas ímprobas campañas en defensa de todo lo que el árbol significaba para las islas e introdujo a comienzos del siglo XX las primeras celebraciones del “Día del Árbol”, que contribuyeron a extender muchísimo la conciencia isleña de la ineludible necesidad de proteger los árboles y su medio natural. Luego esta conciencia de base de la sociedad grancanaria se reflejaría en la forma de pensar y de actuar de políticos como José Mesa y otros muchos que desde el Cabildo de Gran Canaria impulsaron un intensísima y mas que eficaz campaña de repoblación forestal, en la que, a través de diversas acciones, como los “Días del Árbol” ó las visitas de colegios a las zonas de repoblación, en las que colaboraban y aprendían, no sólo se extendió la superficie arbórea de forma notable, sino que se contribuyó a enraizar aún más la conciencia protectora y el amor a los árboles que caracteriza de forma notoria a los grancanarios.

Son sólo unos apuntes de una historia de amor al árbol y de concienciación de la necesidad de proteger continuamente nuestro medio natural, que también ha sufrido terribles y voraces tragedias, como la de hace unos pocos años, cuando pude ver personalmente a cientos de personas llorando ante las imágenes de los bosques que ardían, tristeza que también se ha compartido de todo corazón ante las dramáticas escenas vividas no hace mucho en la hermosa y hermana isla de la Gomera.

Gran Canaria un amor y una presencia del árbol tal que “…Si aquí se corta un árbol, es notorio/ multiplicar el tronco muchedumbre, que arriba en pocos años el cimborio/ de todos los demás, con igual cumbre…”, como ya cantaba Cairasco de Figueroa en el siglo XVI.

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