Contubernio de la Concordia |
La isla de Fuerteventura, y toda Canarias con ella, recuerda estos días a los cuatro “desterrados” que el General Franco envió a la capital majorera hace ahora 50 años, tras haber participado en el IV Congreso del Movimiento Europeo, celebrado en junio de 1962 en Múnich en favor de la democracia en Europa, acontecimiento que el periódico falangista “Arriba” lo rebautizaría con evidente ánimo peyorativo como el “Contubernio de Múnich”. Joaquín Satústregui, Fernando Álvarez de Miranda, Jesús Barros de Lis y Jaime Miralles llegarían a la maxorata en calidad de desterrados, acompañados de dos policías que se convertirían en su sombra y con la “ignominia” de haber sido expulsados del régimen franquista, como castigo por su participación en la ya mencionada reunión de demócrata europeos.
Estos “insurrectos”, de misa diaria, pronto se ganarían la confianza y el favor de la población majorera, enseñando a los más humildes a leer, o compartiendo con ellos jornadas de pesca y sesiones de cine. El respeto de la población insular para estos “apestados” del franquismo ha sido recordado por uno de sus protagonistas, Fernando Álvarez de Miranda, en una reciente entrevista en el matutino “la Provincia” al afirmar que “el tener una buena relación con los majoreros durante el confinamiento fue nuestra salvación” y que “fui Presidente del Congreso y Defensor del Pueblo gracias a Fuerteventura”.
Atraídos por la curiosidad que los cuatro desterrados despertaron en la sociedad de Puerto del Rosario, muchos de los jóvenes majoreros de entonces se acercaron a ellos, iniciándose una amistad que perduraría a través de los años. Aún en vida, uno de aquellos muchachos majoreros, el monárquico Matías González nos destacaba el buen rollo de los desterrados en favor de la juventud de la isla: “Movidos por el anhelo de instruir a aquellos jóvenes- nos decía Matías González-, tanto Álvarez de Miranda como sus compañeros solicitaron al sacerdote D. Juan Marrero las dependencias de la sacristía de la Iglesia parroquial de la capital majorera para convertirla en un aula en la que impartían clases de catequesis, enseñando a leer y a escribir a los niños de las familias más humildes de entonces, y a las personas mayores les dieron una oportunidad de estudiar”.
Nunca dejaron de hablar del motivo que provocó su destierro en Fuerteventura, el “Contubernio de la Concordia”, como tan acertadamente lo denominó Casa África, de Las Palmas de Gran Canaria. Estos días, por tanto se homenajea a los demócratas españoles de todas las tendencias políticas que desafiando a Franco acudieron en Múnich a aquella reunión europea para sentar las bases de la futura democracia española. En total fueron a dicha convocatoria en la capital bávara 118 ciudadanos españoles, venidos del exilio y de varias regiones hispanas, poniendo de esta forma la semilla de un proyecto de reconciliación y concordia, de clara vocación europeísta.
Tal fue el espíritu de unidad y de reconciliación entre todos los españoles presentes en Múnich que Salvador de Madariaga afirmaría al término de aquella reunión que “la Guerra Civil había terminado”. De todas formas, el “contubernio” muniqués tuvo más repercusión por la represión política provocada por el franquismo contra aquellos que participaron en el mismo. A medida que aquellos hombres retornaban a España, Franco iba encarcelando a unos y deportando o exiliando a otros a zona alejadas del suelo patrio. Un buen grupo sería confinado en nuestras islas, fundamentalmente en Fuerteventura. La restauración democrática, en el año 1977, nos traería de nuevo muchos de esos nombres: Fernando Álvarez de Miranda, Jaime Miralles, Joaquín Satústregui, Íñigo Cavero, José Luis Ruíz-Navarro, Alfonso Prieto y Félix Pons y Casals, entre otros. Los que no fueron confinados, tuvieron que abandonar España, como fue el caso de José María Gil-Robles, Dionisio Ridruejo, Jesús Prados Arrarte, José Federico de Carvajal, José Vidal-Beneyto, etc.
También fue destacada la reacción que tal represión provocó en el extranjero con aceradas críticas al régimen franquista. Críticas que por supuesto no se ahorraron los responsables de la recién nacida Comunidad Económica Europea a la que nuestro país había solicitado meses antes su ingreso, solicitud que quedaría prácticamente sin posibilidades. Nuestra incorporación a las instituciones europeas no se haría realidad hasta enero de 1986, siendo presidente del gobierno de España, el socialista Felipe González.
Los proscritos por el gobierno de Franco fueron tratados en la isla de Fuerteventura con un auténtico sentido de solidaridad y amistad, a pesar del fuerte dispositivo que les imponía la dictadura a través de la Policía secreta y de la Guardia Civil. 50 años después se ha hecho justicia a unos hombres que lo dieron todo por su país. Y hemos visto con agrado el que se haya puesto el nombre de “Paseo de los Demócratas” al entorno de la playa de Los Pozos en homenaje a los desterrados por la dictadura franquista. No en balde cautivaron a los majoreros contribuyendo a la educación tanto de niños como de adultos. Estos les recuerdan ahora con nostalgia y cariño.
Una historia que se había vivido con anterioridad ya que Puerto del Rosario, o Puerto Cabras, había recibido a desterrados ilustres, como fue el caso del Rector de la Universidad de Salamanca, el filósofo D. Miguel de Unamuno, confinado en Fuerteventura en 1924 por otro dictador: el general Primo de Rivera. Unamuno recibió también la hospitalidad de los majoreros resultando ser un enamorado y apasionado de esta isla.
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