Convento de clausura del Císter
Las monjas bernardas se establecieron en la ciudad de Las Palmas a fines del siglo XVI. En su convento de San Ildefonso, en el barrio capitalino de Vegueta, fundado en 1634, permanecieron hasta 1868, año en el que fueron exclaustradas y obligadas a trasladarse a la isla de Tenerife. Allí permanecieron por espacio de 10 años, acogidas en el convento de Santa Clara, en la ciudad de La Laguna. A instancias del obispo José Pozuelo y Herrero, convertido en su protector, fueron trasladadas a Teror en 1880, quien les cede de manera provisional el Palacio Episcopal. Allí se establecieron hasta el 8 de noviembre de 1888, fecha en la que se trasladaron a su nuevo monasterio, construido en el Cercado de los Castaños.
En 1888 fueron veinte las monjas que se instalaron en el monasterio de Teror, cifra que en 1930 llegó a alcanzar las cincuenta religiosas, procedentes en su mayoría de diversas localidades de Gran Canaria, así como del resto de las islas y de la Península. La primera abadesa fue la religiosa Sor Julia del Corazón de Jesús (1840-1910), natural de la ciudad de La Laguna (Tenerife), quien ocupó el cargo desde el 1880 hasta 1910.
Desde su establecimiento en Teror, las religiosas del Cister han contribuido en la ampliación del patrimonio mueble y artístico de la Basílica del Pino. Sor Anunciación Cardoso Granados (1876-1958), natural de Arucas, destacó por su afición a la pintura. Una de sus obras más conocidas y difundidas en los programas de las Fiestas del Pino y en las postales de la Villa Mariana, es su lienzo donde se recrea la aparición de la Virgen del Pino ante el obispo D. Juan de Frías, firmado en 1934. Obra suya es también un retrato o vera efigie de la Patrona de la Diócesis de Canarias, inspirada en una pintura del siglo XVIII, donde se representa a la imagen de medio cuerpo, engalanada con sus joyas y vestidos, dedicada en 1938. Ambas pinturas se exponen en el camarín de la Basílica.
Asimismo, las monjas del Císter se han encargado de la reparación de algunos de los mantos y trajes que luce la Patrona de Gran Canaria. Concretamente, el manto de color blanco bordado en 1868 por las religiosas del Hospital de San Martín de Las Palmas se pasó a tela nueva en 1932 por las religiosas del Cister. Mientras que, el manto de terciopelo de color celeste regalado por el Cabildo a la Patrona en 1967 fue bordado por las monjas del Císter del convento de Breña Alta (La Palma), del que también proceden las religiosas establecidas en Teror.
Una de las labores más conocidas y apreciadas de estas religiosas es la elaboración de dulces. Sus exquisitas truchas, bollos de anís, mazapanes y roscos, forman parte de la oferta y del patrimonio gastronómico de Teror.
El edificio custodia un buen número de piezas artísticas muy poco conocidas, procedentes en su mayor parte del convento histórico fundado en el siglo XVII. Una de esas piezas se trata de un lienzo anónimo, que recrea a la Patrona de Gran Canaria con el popular manto de los navíos.