Cementerio Parroquial de Teror
A finales del siglo XVIII, Carlos III dispuso que los enterramientos se realizasen fuera de las iglesias, conventos y ermitas, donde hasta entonces se hacía. En Teror, la aplicación de esta orden se dilató hasta 1813. En ese año se dispuso la construcción de un cementerio provisional en el paraje de San Matías. Entre los años 1813 y 1817 recibieron sepultura en este lugar un total de 213 personas.
El actual cementerio parroquial comenzó su andadura el 18 de julio de 1817. En ese día fueron inhumados los cuerpos de Sebastiana Pérez, vecina de Las Peñas, y José del Pino Domínguez, vecino de las Rosadas. No obstante, su construcción no finalizó hasta 1820. En ella se emplearon unas 415 fanegas de cal de Guadalupe (Moya), unas 2.000 tejas procedentes de Arucas, junto con la piedra traída desde las canteras del Hornillo, el Chorrito, La Atalaya y el Barranco de Teror, como se ha encargado de señalar el historiador Vicente Suárez Grimón. El sitio elegido para su construcción pertenecía al Vínculo de Falcón, cuyo propietario, D. Antonio Jacinto Falcón, se negó a la venta del solar, dando lugar a un pleito que se inició en 1814 y finalizó en 1816 con la venta forzosa del terreno por el precio de 200 pesos.
El Plano del pueblo de Teror confeccionado en 1870 y depositado en el Archivo Municipal, nos ofrece una instantánea de su ubicación con respecto al Recinto, rodeado de campos de cultivo, a la vera del camino real que unía la Villa con la ciudad de Las Palmas. Hoy en día, el camposanto se encuentra inmerso en el entramado urbano de la capital municipal, como ha ocurrido con los cementerios históricos de otras localidades.
En 1883 el cementerio tenía una extensión de 1.120 metros cuadrados y contaba con 420 sepulturas. Sin embargo, conforme aumentaba el número de habitantes su espacio era cada vez más insuficiente. A esta circunstancia se sumó la carencia de unas mínimas condiciones sanitarias, dando lugar a su clausura temporal en 1885. A comienzos del siglo XX el cementerio parroquial de Teror era insuficiente para una población en crecimiento que ya alcanzaba los 5.000 habitantes. En 1923 el Ayuntamiento de Teror aprobó su ampliación. Dicha ampliación, realizada con fondos de la parroquia, se hizo sobre unos terrenos propiedad de la señora Dña. Margarita Yánez Melián, quien, a cambio, pudo levantar una capilla destinada a su familia, que aún se conserva.
La imagen actual del camposanto es fruto de las sobredichas ampliaciones acometidas durante la década de 1920. Entre los elementos arquitectónicos más destacados sobresale la portada neoclásica, realizada en piedra de cantería. En él se conservan algunas lápidas o tumbas antiguas, como las del capitán D. Ángel Bécares y Mas (†1911), realizada por el afamado marmolista Enrique Wiot, o la del escritor y periodista Francisco González Díaz (1866-1945), además de los panteones reservados a los sacerdotes de la parroquia y las religiosas de las Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia.