El «Titanic» canario
Por Victor Valdivielso
Este sábado 14 de abril, encontraremos en la cartelera cinematográfica y televisiva películas y algún que otro documental alusivos al buque más famoso jamás construído: el «Titanic», que apenas cinco días después de zarpar de un puerto al sur de Inglaterra con destino a Nueva York, se hundía en las gélidas aguas del Atlántico Norte en su viaje inaugural. La noche de este sábado se conmemora el primer centenario de tan triste efeméride. En el «Titanic» viajaba lo más granado de la sociedad angloamericana, con ilustres apellidos embarcados en ‘Primera Clase’, rimbombantes y dorados como Guggenheim, Widener o Jacob Astor.
Siete años después de este luctuoso suceso, los canarios vivimos muy de cerca; con horror y espanto, los estragos de la mar. Pero en nuestro caso, el ‘glamour’ y el lujo del «Titanic» se tornan en la atormentada búsqueda de la esperanza en unas familias sin apenas recursos. Emigrantes que portaban una maleta con lo justo y apellidos como Suárez, Domínguez, Ojeda,… que simplemente rellenaban una simple lista de pasajeros.
Canarios de todos los pueblos se iban agolpando en el Puerto de La Luz. El diario «La Provincia» fechado el 5 de agosto de 1919 informaba en sus páginas:
«Pasan ya de 130 los emigrantes del grupo oriental que han llegado al puerto en espera del «VALBANERA» de paso para Cuba. Como este vapor no ha salido aún de Barcelona a causa de las huelgas en aquel puerto se les ha presentado a estos infelices un problema: la alimentación y vivienda durante los 15 días que tardará por lo menos el vapor.»
«¡No quiero subir, mamá. Este barco se va a pique!» Anita, una niña de cinco años pataleaba a lágrima viva al costado del buque que se encontraba ya atracado en el Puerto de La Luz. Sobre el muelle, otros 250 pasajeros de la isla de Gran Canaria -entre ellos, 28 terorenses- listos para embarcar. Anita subió al buque con grandes llantos, arrastrada y empujada por su madre. ¡No quiero, no quiero! Insistía la niña. La abochornada madre no sólo tenía que soportar a su desesperante hija, que persistía en la idea del próximo hundimiento de la nave, sino una larga travesía de 19 largos días a bordo del motovapor «Valbanera» junto con otros 1230 tristes emigrantes forzados a buscar un futuro que las desangeladas Islas Canarias no ofrecían a mediados del verano de 1919. El «Valbanera» navegaba con un destino que los supersticiosos marcaron el mismo día de su botadura: un error ortográfico cambió la segunda ‘uve’ de la virgen riojana; mal fario, pensaron algunos. Un ancla perdida a la salida del último puerto fue una señal de mal presagio entre los marineros.
… Y la niña obstinada: «Mamá va contenta, pero yo no porque este barco se hunde…»
La madre, a punto de perder los estribos ante su insistente hija, decide desembarcar en el primer puerto cubano a pesar de no ser el destino por el que había pagado su billete. Otros 742 emigrantes toman la misma decisión. 3 días más tarde, frente a las costas de La Habana, el «Valbanera» naufraga sin dejar rastro de cuerpo alguno…
El «Valbanera» fue construído en 1906. Era un barco de 120 mtrs de eslora con capacidad para 1.200 pasajeros. De elegante diseño inglés y una esbelta chimenea que destacaba en su perfil. Llevaba a cabo rutas trasatlánticas con pasajeros, en su mayoría emigrantes. La travesía comenzaba en el puerto de Barcelona y con escalas en Cádiz, Las Palmas, S/C de Tenerife, S/C de La Palma, San Juan de Puerto Rico, Santiago de Cuba y La Habana. El «Valbanera» representó durante muchos años la esperanza de la emigración hacia tierras americanas. Don Fernando Valdivielso Vázquez, abuelo de un servidor que les narra esta crónica, fue -en ocasiones- capitán sustituto del buque, mientras que el titular disfrutaba de sus períodos de descanso.
Y la desgracia parece ser que quería seguir la estela de este buque en sus viajes trasantlánticos. En su penúltima singladura, zarpa de La Habana con 1.600 pasajeros, 400 más de la capacidad permitida. Pero sobre todo, con un polizón inesperado que hizo estragos durante los catorce días de navegación: la «Gripe Española», una de las pandemias más letales que afectó a la mitad de la población mundial y causó entre 25 y 40 millones de muertes en los años 1918 y 1919. A lo largo de esta terrible travesía, con la gripe a bordo y unas condiciones meteorológicas adversas, dieron lugar a que varios de los hacinados pasajeros fallecieran y fueran arrojados por la borda. Cuando la motonave atracó en Las Palmas, primer puerto donde haría escala en su viaje de retorno desde Cuba, la prensa local clamaba la indignación sentida hacia la compañía naviera y la cierta pasividad de las autoridades locales en los siguientes términos:
«Gran Canaria, la Isla afortunada de la antigüedad ha cambiado de nombre por culpa de los armadores del buque ‘Valbanera’. Se llamará de ahora en adelante la isla de la muerte y así será conocida en los fastos de la emigración por los hijos de Canarias (…)
HABITANTES DE GRAN CANARIA, la prensa toda os ha reseñado las crueldades de que han sido víctimas padres, hermanos, hijos vuestros, traídos peor que bestias a bordo de un barco en donde la alimentación deficiente y la falta de higiene han sido causa propagadora de la bronco pneumonía grippal que hoy acaba con sus vidas y amenaza las vuestras (…)
Exigir a vuestros Alcaldes y presidentes de Corporaciones y entidades que en nombre de los pueblos que los eligieron y en defensa de la vida de los pobres que han sucumbido y de la vuestra amenazada, interpongan la acción popular y pídase justicia contra los que así se burlaron de nuestra isla y sus moradores (…) Pueblos que consienten sin protesta la muerte de sus hijos y la propagación de epidemias que los diezman son pueblos muertos que deben desaparecer…» **
Hoy, en el año 2012 con tiempos de crisis y sin futuros inmediatos, puede ser que tengamos un tanto olvidados a todos los emigrantes que en los diferentes viajes del «Valbanera» llegaron a una tierra de esperanza y otros muchos que perecieron en su naufragio. Es por ello que para perpetuar la memoria de la historia de la emigración canaria y sus víctimas debamos apelar a los ayuntamientos de los diferentes municipios isleños para reconocer la valentía de muchos canarios, que empujados por la necesidad dejaban su vida para embarcarse en un futuro incierto. Teror podría contar en su callejero con una vía que lleve el nombre del buque, por ejemplo.
** diario «La Provincia», 18 de julio de 1919
Compartir en redes sociales