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APUNTE 09/04/2012

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Un sancocho muy especial
Por Maribel Naranjo

Un año más, el día de Viernes Santo, acudimos a casa de unos amigos, en Agaete, para reunirnos en torno a la mesa y saborear un sancocho muy especial.

Somos de los primeros en estar allí, pues disfruto con el trajín de los preliminares y la llegada de los amigos, sonrientes y con los brazos abiertos para fundirnos en un sincero abrazo;  algunos, solo nos vemos en determinadas ocasiones, como en ésta, día de reencuentro para la TRADICIÓN, la AMISTAD y el DELEITE.

TRADICIÓN, AMISTAD y DELEITE son los tres conceptos que se entremezclan en esta convocatoria.

La gente de nuestra tierra, de nuestro pueblo, conserva, en su mayoría, la TRADICIÓN religiosa de no comer carne en Viernes Santo. Son muchos, incluidos bares y restaurantes, los que ofrecen el sancocho como plato del día. Otros, no ya por la tradición religiosa sino por la costumbre, también la preservan.

Una comida, una típica comida canaria, la tradición de una comida convertida en tradición de amistad. Una amistad sin fisuras, a pesar de las distintas opiniones, ideales y formas de vida de cada uno. Nos sentimos muy bien juntos, hablamos con naturalidad, abiertamente,  de muchos temas; también, nos reímos. Y, sobre todo, valoramos cómo la gente joven: los hijos, los sobrinos, sus parejas se han ido agregando ( unos , desde pequeños; otros, ya adolescentes o veinteañeros ) contentos por formar parte de este grupo. Me decía una de las jóvenes que nosotros somos para ellos su familia.

AMISTAD entre los mayores, un don preciado, y AMISTAD que se va forjando entre los jóvenes, que en un futuro podrán ser los protagonistas, quienes convoquen y mantengan vivas esa AMISTAD y esa TRADICIÓN.

Y el DELEITE: Una comida exquisita, ese sancocho que mi amigo Juan Pitti cocina de forma peculiar. Cuando lo probé por primera vez y me dijo cómo lo elaboraba, pensé que me tomaba el pelo y, al igual que Santo Tomás, “ creí porque vi “.

El proceso es el siguiente: cubre el fondo de un buen caldero con callaos, piedras que recoge en la playa. Sobre estos  pone el pescado ( de remojo desde el día anterior y bien escurrido). A continuación, las papas y las batatas formando capas hasta acabar de colocar los ingredientes. Encima coloca una papa que le sirve de indicador para comprobar que la cocción ha llegado a su punto. Presiona todo esto con un trapo y cierra el caldero. Sobre la tapa también pone dos callaos. Los que están dentro funcionan como un doble fondo.

Este sancocho se cuece al vapor. Al finalizar, se escurre el agua que ha soltado el guiso. ¡ Y ya está listo para servir! Siempre acompañado de dos sabrosas pellas de gofio con plátanos y el toque picón de los mojos rojo y verde.  ¡ Para chuparse los dedos! Habría que concederle dos estrellas Michelín….

Este plato se complementa con riquísimos postres, confeccionados, en su mayoría, por algunos de los comensales, muy buenos reposteros.

Todo ello regado con un selecto vino y un buen ron de la tierra.

Quizá algunos de ustedes conozca esta singular forma de hacer el sancocho; mas, espero que la mayoría se sorprenda como me ocurrió a mí.

Al atardecer, después de una velada inolvidable, nos despedimos. Unos se van a sus casas; otros, a la procesión. Todos, con la satisfacción de haber conjugado un año más TRADICIÓN, AMISTAD y DELEITE…. que no es poco.

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