El envite en Teror
Por Gonzalo Ortega
En Canarias, el juego de cartas más arraigado popularmente es el envite. Se trata de una actividad lúdica en la que, distribuidos en dos equipos, pueden participar cuatro, seis, ocho o diez jugadores. Cada equipo está presidido por un mandador o capitán, en tanto que los demás intervinientes son los peones. A través de un sistema establecido de señas, estos transmiten a hurtadillas sus cartas al capitán, quien tiene asignado el cometido de planificar la estrategia del juego, para tratar de ganar los sucesivos “chicos” y, como meta final, la partida.
Acerca de los orígenes del envite, apenas si se sabe algo. No obstante, hay quien apunta la posibilidad de que esté relacionado con el mus, del que sería una especie de recreación o adaptación según pautas isleñas. Sea como fuere, este juego, hecho con la argamasa del azar y la inteligencia a partes iguales, parece concebido para expresar nuestra particular idiosincrasia, en la que cualidades como la socarronería y el disimulo acostumbran a ir de la mano.
En nuestro archipiélago, si bien las reglas básicas de este pasatiempo son en esencia las mismas, hay algunas diferencias entre las distintas islas y aun dentro de cada una de ellas. La inexistencia de una “federación canaria del envite”, junto a la circunstancia de que cada isla se siente llamada a reivindicar y defender sus particularidades, hace de momento inviable la unificación de las normas. Estas divergencias, en verdad poco trascendentes, afectan sobre todo a la naturaleza de las cartas que más valen entre ocho y diez jugadores, a algunas señas y al sistema para rayar las “piedras” o tantos que se van ganando en las distintas “manos”.
Como ocurre en otros tantos casos, los modos de socialización tradicionales han significado que el juego que nos ocupa haya tenido un carácter exclusivamente masculino. Sin embargo, en los últimos tiempos no es difícil ver participar a algunas mujeres en torneos y campeonatos de envite, hecho que nos parece digno de ser alentado.
En Teror siempre ha habido una gran afición a este pasatiempo. Tanto en el ámbito familiar como en bares y salones recreativos de diversa índole, el envite ha sido, junto al subastado y el dominó, esa socorrida tabla de salvación para matar el tiempo en nuestras tardes oceánicas.
En esta villa ha habido jugadores legendarios de envite, como José Vicente Suárez o Moisés Yánez (más conocido como Moisés el de La Peña), por citar solo a dos de los grandes, ya desaparecidos. Estos y otros cracks del “envío” y del “juégate pal pie” han dejado su estela de admiración en los campeonatos de envite que en las fiestas patronales de los barrios de Teror, primero, y en los torneos con motivo de la Fiesta del Agua y la del Pino, después, se han venido celebrando en las últimas décadas. Pero no quisiera terminar este “apunte” de hoy sin mencionar el nombre de Gustavo Suárez Nuez, que es, amén de un celebrado mandador de envite, el “alma máter” del auge y fomento que ha conocido en nuestro pueblo este pasatiempo. Desde distintos cargos ocupados en la Asociación de vecinos del Barrio del Pino, Gustavo, con el entusiasmo y la capacidad de iniciativa que lo caracterizan, se ha erigido efectivamente en el principal organizador de los grandes encuentros de envite. Él y su gran cómplice, el insustituible y siempre recordado Manolo Verona, han sido los grandes artífices de este inestimable espacio de convivencia que todos debemos agradecer y aplaudir, sin olvidar la decidida contribución de los componentes de los equipos locales y foráneos, el patrocinio del Ayuntamiento de Teror y la colaboración de diversas firmas comerciales.
Para darle una pincelada literaria al final de estas líneas, nada mejor que reproducir un pequeño fragmento del poema de Jorge Luis Borges “El truco”. Diríase que estos versos del inconmensurable escritor argentino han sido compuestos pensando en la magia inefable de nuestro envite. Dice así:
Cuarenta naipes han desplazado a la vida.
Pintados talismanes de cartón
nos hacen olvidar nuestros destinos
y una creación risueña
va poblando el tiempo robado
con floridas travesuras
de una mitología casera.
Hasta la próxima semana, estimados radioyentes.
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