Pedro Monzón, un ejemplo de entrega
Por Maribel Naranjo
Pedro, después de cursar la carrera de Magisterio, entró en el Seminario. Una vez ordenado sacerdote, fue enviado por La Diócesis, a finales de los sesenta, para que se hiciera cargo del colegio Libre Adoptado, nombre con el que se conocía a este Centro, durante la etapa de transición entre la marcha de los Salesianos y la constitución del Instituto de Teror.
Fue una época difícil, complicada, durante la cual tuvo que capear algunos temporales. Sin embargo, a pesar de los inconvenientes, tenía muy claro el camino a seguir como sacerdote; pues creía, firmemente, que la Iglesia, la Diócesis tenían pendiente una gran labor, un reto que él y otros compañeros, entre los que cito a Juan Castellano, Pepe Alonso, Santiago Suárez, Isidoro Sánchez y Mariano Medina estaban dispuestos a afrontar y, así, conseguir dar un toque especial a esta Diócesis, una dimensión de Iglesia cercana. Lograron crear un Movimiento en los jóvenes, los cuales adquirieron unos principios que aún conservan.
En Teror, un grupo de jóvenes se reunía con Pedro los martes, “La reunión de los Martes”, así la denominaron. A partir de ahí, surgió un Movimiento Juvenil que desembocó en múltiples convivencias en el Palacio Episcopal, Las Dominicas y en Las Catequistas ( con estas últimas Pedro se sentía a gusto, pues no sólo ponían a punto la casa sino que lo agasajaban con una comida.) A través de estas reuniones se formaron y se comprometieron con la SOCIEDAD de la época.
Pero, Pedro, fue más allá en su inquietud por los jóvenes, organizando cursos de Pastoral Juvenil, no solo con los de Teror sino con jóvenes de otros lugares. Estos tenían lugar en Las Dominicas. También fue formador de chicos que se preparaban para el sacerdocio en el Seminario. Además, organizó equipos de novios y matrimonios dentro de lo que se llamó El Movimiento Familiar Cristiano.
Por otro lado, se involucró,al máximo, con EL TERCER MUNDO; hasta el punto de que un grupo de jóvenes de Pastoral Juvenil se encuentra en Uruguay y Colombia trabajando por mejorar la vida de sus habitantes. Organizaba rastrillos con los que recaudaba fondos para esa causa. Y todos los años presentaba uno o dos proyectos, al Ayuntamiento de Teror, para conseguir dinero que le permitiera llevarlos a cabo.
Sobre su faceta personal destaco su humildad, una forma de vida muy austera. Pero, especialmente, debo resaltar su capacidad de escucha, el respeto a la libertad del otro, aunque pensara de forma diferente. Él recibía a quien se le acercara, ya a exponerle su problema ya a contrastar opiniones, con una sonrisa, con su mirada azul y limpia y con los brazos abiertos.
Pedro tenía muy claro el verdadero significado de la AMISTAD.
Lo recordamos, muy poco, con sotana. Y mucho, con pantalón, chamarra y zapatillas de deportes o sandalias. Esa es la imagen de nuestro Pedro el Cura.
El día de su entierro experimenté sentimientos contradictorios: tristeza por su partida, y. a la vez, emoción y alegría por el recibimiento dispensado al llegar sus restos a la iglesia de Gáldar: una iglesia abarrotada de jóvenes y mayores, en la que se palpaba un silencio respetuoso interrumpido por los sollozos que, algunos, no podíamos contener.
Al salir, se inició la comitiva, camino del cementerio, a los acordes de la marcha fúnebre interpretada por la Banda Municipal. Le seguía la Corporación, sus familiares y el pueblo; quienes guardaban un silencio sobrecogedor, roto,de vez en cuando, por los aplausos de la gente que ocupaba ambos lados de la calle.
Al pasar delante del Ayuntamiento, con sus banderas a media asta, para enfilar la calle Larga – como la llaman los galdenses – sonreí al recordar que a Pedro no le gustaba nada la notoriedad; pero, también pensé: Seguro que lo acepta al comprobar cómo su ingente labor es reconocida por tantos.
Cuando nos paramos junto al bar, en el que momentos antes habíamos tomado un cortado, y vi las puertas cerradas, recordé el comentario entre las chicas que atendían el mostrador: “ Cuando pase el féretro, cerramos las puertas; pues D. Pedro era todo un Caballero”.
Pedro ya no está físicamente entre nosotros, pero seguirá siendo ese Amigo, ese Cura que supo tener LOS PIES EN EL SUELO Y LA MIRADA EN EL CIELO.
¡Hasta siempre, amigo Pedro!
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