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APUNTE 30/07/2012

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Isla de Fuerteventura
Por
Victor Valdivielso                                                                                                                               

                                                                   victor_apunte

foto_calle_fuerteventuraEs ahora cuando la estrella Sirio brilla con todo su esplendor en estas noches calurosas que toman el nombre de canícula por encontrarse esta “estrella perro”  en la constelación de Canis, que viene a significar este animal en latín.

Es ahora cuando muchos grancanarios ponen rumbo a una isla alargada y estrecha, llana y rojiza, de arena blanca y glaucas aguas saladas del océano,  sin glogloteos sensuales del agua dulce del cielo en la sequedad de sus acequias pero con profusa lluvia de estrellas que cruzan  sus volcanes en las noches cálidas de esta isla.

Fuerteventura es la segunda isla en superficie del archipiélago, y también la segunda en el corazón de muchos grancanarios que eligen a la Maxorata como destino de sus vacaciones durante este próximo mes de agosto.

Espero que me permitan, amigos radio oyentes, que declare mi nostalgia a esta isla que conocí en mi infancia y adolescencia, y que ahora, por mor de la pujanza de la industria turística, ha dejado atrás la parquedad de sus tierras sedientas para transformarse en un emporio del destino vacacional en estos últimos treinta años.

Tuve el privilegio de veranear en el norteño pueblo de Corralejo con mis padres y hermanos en una época en que la electricidad alumbraba sólo unas horas en las que funcionaba un ruidoso motor diésel y el correo llegaba un par de veces a la semana a bordo de un vetusto automóvil “Mercedes Benz”, propiedad de una emprendedora vecina del pueblo que también poseía una pequeña tienda de víveres. Una época en  la que el veterano periodista deportivo, Pascual Calabuig -amigo de la familia-  recordaba a mi padre navegando a vela  en la ventosa bahía de Corralejo, al tiempo que mi madre, en bicicleta, pedaleaba sobre aquellos entonces caminos polvorientos del pueblo majorero con pocos vecinos, mientras que mis hermanos y yo corríamos con la ropa justa y la libertad total. Y por la noche, bajo la estrella Sirio, se reunían en el pequeño jardín de la casa los amigos de mis padres. Y si una noche sonaba el timple majorero, otra se narraba la historia de la “Luz de Mafasca” o las incursiones de los corsarios ingleses por las costas de Tamasite. Todo esto con la silueta de la Isla de Lobos recortada como telón de fondo en las noches estrelladas y en las noches en que los pescadores iban a ‘pulpiar’ con ardientes antorchas a los charcos playeros.

Llegábamos en los aviones de hélice “Fokker” al aeropuerto de Los Estancos y para que aterrizara el aparato, cortaban con una barrera la escasa circulación de la carretera que conducía hacia La Oliva, ya que la pista cruzaba perpendicularmente la mencionada vía.
En esta misma carretera, unos kilómetros más adelante, divisábamos la “Montaña Quemada”, donde una enorme y ocre figura humana sobre un albeadísimo muro nos parecía esperar; una estatua de Unamuno que nos daba la bienvenida con sus palabras:
“…Desierto es esta solemne y querida tierra aislada de Fuerteventura, una de las islas llamadas antaño Afortunadas y que tiene la fortuna y la hermosura a la vez en su noble y robusta pobreza. Tierra desnuda, esquelética, enjuta, toda ella huesos, tierra que retempla el ánimo. ¡Cuán otra cosa que esos jardines ceñidos de mar donde el hombre se olvida de la tierra y del cielo! No, aquí tierra y cielo se funden  en uno bajo el abrazo del mar. El mar los apuña juntos.”

Callejeando por nuestro municipio, en el barrio de Los Llanos, nos encontramos con una calle dedicada a la Isla de Fuerteventura. Desde Radio Teror, mandamos un fuerte abrazo a nuestros hermanos majoreros.

¡Buen día, Amigos,  y felices vacaciones de verano!

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