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APUNTE 19/04/2012

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Inglaterra en Teror
Por Victor Valdivielso

ingalterra_terorQueridos amigos de Radio Teror:

Hoy les propongo, si Uds. lo tienen a bien,  un viaje. Un viaje corto y sencillo, económico y distendido. Un viaje muy cercano, sin apenas largos desplazamientos y sin necesidad de preparar pesados bártulos. Hoy iniciamos una serie de  viajes que titularemos: “Inglaterra en Teror”.
Unos trayectos hacia Teror, al corazón verde de Gran Canaria. Y lo haremos acompañados de artistas, príncipes, religiosos y algún que otro político; todos ellos, británicos.
Junto a ellos, y a través de sus vivencias entre nosotros redescubriremos anécdotas y paisajes de nuestra villa. Unas descripciones con una mirada extranjera, en estos casos inglesa, de una parte de nuestra historia.

La posición estratégica de nuestras islas como punto de avituallamiento de la navegación a vapor a mediados del siglo XIX, trajo consigo la presencia de colonias extranjeras, principalmente inglesa, que se establecían  en nuestros puertos con intereses comerciales y mercantiles y como plataforma de apoyo en sus conexiones con sus colonias en el  África Occidental. Esta presencia se vio alimentada a  partir de 1852 con la promulgación de la Ley de Puertos Francos del ministro Bravo Murillo, una ley que vino a suponer una liberalización en la entrada y salida de mercancías en nuestro archipiélago, lo que impulsó de gran manera la actividad comercial con el Reino Unido, en un momento en que el Imperio Británico se encontraba en todo su esplendor.

«El pueblo inglés, como todos los pueblos que gozan de vida robusta y pletórica, la esparce al exterior aplicando este exceso de energía y vitalidad al fomento de otros pueblos (…). En este reparto del trabajo colosal de la población británica, le está cabiendo a nuestra isla no pequeña parte. Hemos entrado en la gran corriente de comercio que partiendo de la Gran Bretaña abraza en su amplísimo desarrollo y curso interminable de un gran número de países (…).
Así informaba el periódico bisemanal «El Liberal» en su artículo «Inglaterra en Gran Canaria» publicado el 11 de mayo de 1888.

Es a partir de entonces cuando se vive un proceso de modernización en la sociedad canaria con avances como el teléfono, la electrificación y una gran actividad comercial en los sectores portuarios con el establecimiento de empresas consignatarias y carboneras británicas,  y la apertura de negocios de servicios como tiendas de ropa, almacenes con productos ingleses y la llegada de entidades bancarias, que hasta 1885 eran desconocidas en las islas. Tiempos en los que nuestro poetaTomás Morales nos indicaba que  «… la libra corre si tasa,… y John Bull, vestido de bazar, extiende su colonización extraoficial…»

Una creciente presencia comercial y cultural de los británicos que oscilaba en la sociedad canaria entre la simpatía y la aversión.
Eran muchos los canarios que manifestaban el deseo de que estos peñascos atlánticos estuvieran bajo el poder de Inglaterra, ya que en ningún otro período de la historia del archipiélago había sido tan fecundo gracias a las inversiones británicas ; y en cierta medida, por el sentimiento de abandono peninsular que reinaba en las islas. Como muestra, en 1902, recalaron en el puerto de La Luz 1.356 buques de bandera inglesa, mientras que sólo lo hacían 451 de nacionalidad española.

El domingo 19 de junio de 1890 fondeaba, sin previo aviso, el buque de la Real Armada Británica H.M.S «Thrush». A bordo venía el Príncipe de Jorge de Gales, nieto de la Reina Victoria de Inglaterra. El «Thrush» procedía de Gibraltar  y de aquí, donde se proveyó de carbón, agua y víveres, salío para la costa de África. El periódico » El Liberal» escribía en su número  correspondiente al  4 de julio, esto que copiamos: «… El martes último, acompañado del señor Vice-cónsul de Inglaterra y de otros súbditos de dicha nación residentes en esta ciudad, hizo el Príncipe Jorge de Gales una excursión de placer a la pintoresca villa de Teror, descansando algunas horas en la magnífica posesión denominada ‘Osorio’, propiedad del señor don Adán del Castillo.
Sumamente complacido quedó de esta expedición S.A.  y así lo manifestó explícitamente.  Cuatro días después de lo publicado,
volvía a decir «El Liberal» lo que sigue: «… Con el mayor gusto damos cabida en las columnas de este periódico a la siguiente carta que a nuestro estimado amigo don Manuel Acosta y Sarmiento, Alcalde de la villa de Teror, dirigió por encargo de S.A.R. el Príncipe de Gales, don R.R. Blandy, pues ella significa que aquella pintoresca villa con la magnifica posesión de ‘Osorio’ tiene verdaderos encantos para los extranjeros que la visitan:

Las Palmas, 3 de Julio de 1890
Sr. D. Manuel Acosta
Teror

Muy apreciable señor mío: S.A.R el Príncipe Jorge de Gales, se dignó honrarme con el encargo de significar a V. que recibió con
agrado las atenciones que usted y demás individuos de esa villa le hicieron, manifestándome al mismo tiempo que Teror, con su montaña ‘Osorio’, le había agradado y se prometía volver a visitarlas.
Y yo, por mi parte, también doy a usted y demás individuos que se sirvieron coadyuvar a la realización del paseo por mí acordado en obsequio de aquella regia persona, las más significativas gracias…»

El Príncipe de Gales, fue coronado  el 6 de mayo de 1910 como Rey-Emperador Jorge V. Y para los cinéfilos, anotar que sería el padre del protagonista tartamudo de la premiada película “El discurso del Rey”.

“Nos britanizamos, that is the question. Vestimos a la inglesa, comemos a la inglesa, saludamos a la inglesa, hasta roncamos a la inglesa. A la inglesa lo hacemos todo.”  Así nos decía el terorense de corazón, Francisco González Díaz, al indicarnos la importancia que había adquirido la lengua de Shakespeare por estas ínsulas.

Pero los que realmente no roncaban, ni siquiera a la inglesa, porque no podían conciliar el sueño eran los representantes de la Iglesia Católica, el clero.

La llegada de un misionero  británico a las islas  terminó por sembrar la inquietud entre la jerarquía católica. No podían autorizar una injerencia en el control espiritual que ejercían sobre la sociedad. Sobre todo en el ámbito rural.
Ni mucho menos permitir un despertar de nuevas inquietudes culturales e  ideológicas por ningún medio deseable. Ni que decir tiene, que los párrocos locales utilizaron múltiples formas para rechazar y combatir al que llegaron a llamar “el emisario del diablo”.

Charles F. Barker arribó a Gran Canaria 1885 con la finalidad de llevar a cabo un apostolado de la religión anglicana, por lo que iba distribuyendo la biblia protestante en diferentes puntos de la isla. En su deambular por los pueblos nos deja el relato de sus peripecias en una obra titulada “Dos años en las Canarias” en la que nos describe una isla rural con unas condiciones de vida en las que reinaba la pobreza y el analfabetismo; nos relata, a modo de ejemplo, cómo una familia sentada en el suelo se alimenta a base de gofio, papas, queso y pescado salado todo servido en una misma fuente. Un sancocho, en definitiva. 

La riqueza  y modernización generada por el mercantilismo inglés se quedó en la ciudad de Las Palmas.  El mundo rural seguía siendo pobre.

El reverendo protestante estuvo en Teror y se encontró con el rechazo frontal
del párroco terorense para ejercer su labor apostólica anglicana.  “¡Ay de mí!
La palabra del cura parece ley para la gente, sea buena o mala.” Se lamentaba el misionero inglés. Y continúa contándonos que “a pesar de todo , en Teror vendí unos pocos libros, aunque creo que el miedo impidió que muchas personas me compraran. Aquí hay un convento y también un palacio perteneciente al obispo.  Fui a la iglesia antes del desayuno; el cura ascendió al púlpito y advirtió a la gente de que no compraran los libros, de los que dijo son malos, protestantes, un pecado mortal tenerlos o leerlos; y aquellos que tengan ejemplares deben quemarlos  hoy mismo.”

Lo que parecía no entender el misionero inglés durante su corta estancia en Teror era el Tercer Mandamiento: Santificarás las fiestas, “ya que hoy domingo están abiertas todas las tiendas, como un día normal, y justo enfrente de la iglesia se celebra un mercado.”

Amigos, esta ha sido nuestra primera etapa de este viaje británico del que espero hayan disfrutado. Les deseo un feliz  día o, como dirían los ingleses,
“Have a nice day.

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